10.9.09

Siempre me ha interesado Fernando Savater y me preocupa ver la cantidad de gente que le considera una especie de enemigo público. Creo que, radicalismos y ciertos tocapelotismos aparte, que el hombre los trae de serie, el motivo está más bien en una idea generalizada que a mí me subleva: quien hace afirmaciones sobre temas importantes en público, y no digamos el que se decide a hacerlo en clara y limpia primera persona, relativizándose, mostrando las rendijas y contradicciones de su propio pensamiento, se está poniendo deliberadamente en el punto de mira, y es de lo más natural y esperable que muchos le cojan manía y le ataquen por lo personal. En otras palabras, decir cosas que pueden molestar a alguna gente equivale automáticamente a ser un provocador, a querer ante todo y sobre todo molestar.

Como parece demostrar casi todos los años Gran Hermano, "las masas" nos decidimos más fácilmente en contra de alguien que a favor, y el que mejor cae es el que pasa más sin pena ni gloria, el que no se muestra muy apasionado por nada ni por nadie, el que no habla más que lo imprescindible y el que a primera vista parece poco conflictivo porque hace como si no viera los conflictos a su alrededor.

Si a pesar de todo esto no consigues estarte callado o encerrado en tu casa, la manera más fácil de no molestar a gran cantidad de personas es asumir un ideario organizado, uno que compartan muchos más. Pero ¿qué haces si sientes que lo más auténtico en ti no coincide con ningún gran grupo? ¿O -aún peor- si algunas de tus ideas parecen armonizar con un grupo y otras más bien con "el otro"? Supongo que la respuesta "realista" sería que puedes tener esas ideas, pero mejor no decirlas tan alto, o tan en serio, como Fernando Savater.

Como se sabe exagerado y se confiesa amante de la polémica, lo suelo imaginar encontrándole el gustillo hasta a las críticas más duras, pero también pienso que tiene que ser desesperante ver escritas por ahí estupideces como que en el fondo es un fascista -y uno de los peores, de los que van de izquierdistas-, o un chaquetero, o un demagogo... Lo de demagogo como insulto es que me fascina; es una idea mercenaria, que sirve desde siempre al único objetivo de desprestigiar al contrario opine éste lo que opine. La sola palabra es antidemocrática se mire por donde se mire: sólo alguien que se siente fuera del pueblo y superior a la masa de votantes puede usarla sin caer en obvia contradicción.

Pero a lo que iba, Savater. Muchas de las cosas que dice me parecen tan de sentido común que no son originales -él estaría de acuerdo con esto con toda seguridad- y otras, sobre todo en sus obras de juventud, son tan excesivas que difícilmente pueden sostenerse si no es por pura diversión -y esto creo que tampoco le preocuparía-, pero en general me parece estimulante, sensato y responsable en el más amplio sentido de la palabra. Porque, cuando un tema es importante de verdad, lo irresponsable no es hablar abiertamente de él arriesgándose a equivocarse, sino callarse, lavarse las manos.

Aparte de todas las pequeñas y grandes cosas en las que estoy de acuerdo con él, siempre le agradeceré haberme llevado hasta Cioran y Bertrand Russell y haberme interesado en general por la literatura de fantasía y aventuras en la que estaba (bueno, sigo estando, me temo) vergonzosamente pez.

Allá va un trocito que he encontrado hoy en una antología que compré hace tiempo y aún no había leído. Es de su libro Ética para Amador y el tema de la página es la templanza.


"... (El más triste de todos los placeres es) el placer de sentirse culpables. Desengáñate: cuando a uno le gusta sentirse "culpable", cuando uno cree que un placer es más placer auténtico si resulta en cierto modo "criminal", lo que se está pidiendo a gritos es castigo... El mundo está lleno de supuestos "rebeldes" que lo único que desean en el fondo es que les castiguen por ser libres, que algún poder superior de este mundo o de otro les impida quedarse a solas con sus tentaciones.

"En cambio, la templanza es amistad inteligente con lo que nos hace disfrutar. A quien te diga que los placeres son "egoístas" porque siempre hay alguien sufriendo mientras tú gozas, le respondes que es bueno ayudar al otro en lo posible a dejar de sufrir, pero que es malsano sentir remordimientos por no estar en ese momento sufriendo también o por estar disfrutando como el otro quisiera poder disfrutar. Comprender el sufrimiento de quien padece e intentar remediarlo no supone más que interés porque el otro pueda gozar también, no vergüenza porque tú estás gozando. Sólo alguien con muchas ganas de amargarse la vida y amargársela a los demás puede llegar a creer que siempre se goza contra alguien".


Parece casi obvio, pero esto que está escrito pensando en un público adolescente no sobraría cuando un amigo ya madurito te suelta divertido un acusador "¡cómo vives!" en cuanto le cuentas dos cosas buenas de tu vida seguidas (no va por nadie concreto, ¿eh?, que esto me ha pasado con mucha gente a la que quiero). También me recuerda a las veces que alguien me ha hecho daño y cuando se lo he hecho saber me ha venido a decir que sufre más que yo. ¡Eso no es un argumento! Supongo que si dedico un tiempo a ir explicándole a la gente por qué yo, a pesar de mi relativo éxito en la vida, sigo sufriendo, llegará un momento en que podré justificar casi cualquier desplante. Cuantos más puntos de sufrimiento, más culpables se sentirán los demás si me critican, más armas tendré contra cualquiera que me eche algo en cara. Porque la mejor defensa es un buen ataque, vaya que sí.

Y ahora me voy a dormir que son las tres de la mañana.

14 comentarios:

Bobo. dijo...

Acostarse a las 3 es de flojos y mira, la vuelta de tu blog me sirve (¡entre otras muchas cosas!) para volver a leer palabras bien bonicas de Savater. Además me declaro absolutamente a favor de los panegíricos de la infancia ("la verdadera patria del hombre" que decía Rilke) por muy obtusos que sean:

"Si se me pide un recuerdo, habrá de ser un recuerdo de infancia; y el más recuerdo de todos, pues en sí mismo es como una metáfora de la memoria, pone en el alma un picante aroma a limón. Yo debía tener seis años entonces: aún no había hecho la primera comunión, pero me acercaba ya a ese ritual iniciático, mini-Eleusis de los niños católicos. Solían comprarme cada semana aquellos diminutos volúmenes de la Biblioteca Pulga, en los que tropecé por vez primera con tantos amigos literarios que me han acompañado después toda la vida. Uno de los que más me marcaron fue El escarabajo de oro, de Edgar Allan Poe (ya sé que nadie ignora quién escribio El escarabajo de oro, pero es que me gusta deletrear ese nombre mágico: E.A.P.). Allí aprendí la historia del primer tesoro pirata de mi vida, el del capitán Kidd, que luego sería gloriosamente prolongado por aquel otro que Flint escondió para que lo buscasen Jim Hawkins y John Long Silver. Allí se me desmenuzó por vez primera un mensaje en clave y me asomé a los arcanos del código secreto, donde cada letra está en el lugar de otra y cada palabra remite a una palabra ausente.

Pero sobre todo El escarabajo de oro me trajo el gran regalo de la tinta simpática, invisible en circunstancias normales hasta que sus trazos reaparecen al calor de la llama. La fórmula de la tinta simpática que da Poe no me convino, pues incluye materias tan enigamáticas como "zafre diferido en agua regia"(?) y "régulo de cobalto, disuelto en espíritu de nitro"(??). Pero alguien, quiero pensar que mi padre o mi abuelo Antonio, me informó de una combinación más a mi alcance para fabricarla: clara de huevo y zumo de limón. Movilicé a mi madre, a la cocinera, a la niñera, a todo el mundo en la cocina hasta obtener en una tacita un poco de esa mixtura hechizada. Todavía la veo dorada y agria, todavía la huelo. Con el palillero y la plumilla del colegio, mojando cuidadosamente en la taza, fui escribiendo yo no sé qué sobre una cuartilla blanca. Después acerqué una cerilla a la hoja, en la que apenas se divisaban unas manchas de humedad pálida: lentas, borrosas, pardas, fueron surgiendo las letras escondidas. Eran tan initeligibles, como si estuvieran corridas por lágrimas de todos mis futuros llantos, pero aparecieron de la nada al conjuro vacilante del fósforo encendido. Creo que ninguna maravilla de la naturaleza me ha vuelto a impresionar tanto. El experimento tuvo un éxito tan estremecedor que ni siquiera me atreví a repetirlo...

No puedo recordar el mensaje que escribí en aquella hoja, sólo se me grabaron las largas patas de mosca de las letras brotando de la nada. De modo que esto es la tinta simpática, pensé ¡Tinta simpática, con la que se escribe en la memoria de los hombres aún después de la muerte del último pirata!. Entonces no podía saberlo, claro, pero ahora lo sé. Todo lo que pasa y aun lo que no nos pasa, lo que no se atreve o no logra pasarnos, se nos escribe dentro con tinta simpática, invisible para el ojo desnudo a temperatura normal. Pero después, cuando menos lo esperemos, algún calor íntimo se arrima a la inscripción oculta y ésta vuelve a hacerse patente: oscura y vacilante, bañada en lágrimas."

Y en relación a tu texto, ¡es que hay que ser apasionado! Algo que por otro lado le supongo al infante. Este que dices, "el que no se muestra muy apasionado por nada ni por nadie", me sobra alrededor :)

Un besaco.

Miguel B. Núñez dijo...

Qué gustito leer esto (y ese gran comentario Bobístico también, hurra!) recién levantado. Tú aún durmiendo.

Ambos estáis en mi lista de gente que merece la pena admirar:)

Raquel Márquez dijo...

Eso, Gon, ¡no te vayas! Jaja, mil gracias por ese otro texto, me encanta.

Y a ti, Miguelito, te veo ahora en el desayuno :)

Kamosisa dijo...

Hola Raquel... Me ha gustado mucho tu entrada. Aunque disiento. Savater ha estado en la librería de casa. Siempre. Desde que era pequeño y mi padre me hacía leer ética o política para Amador. Luego lo he seguido, como tantos españoles, por su labor periodística en El País, un tanto diletante, pero simpática al fin y al cabo, superficialmente coherente, consistentemente fácil. No mucho más. Y digo labor periodística, opinativa (que es muy digna) porque ahí termina el Savater filósofo (que, por otra parte, reconozcámoslo, es flojito, limitadito, y creo que llegue a ocupar ningún capítulo en la historia de la filosofía). Ahí termina pero él se empeña en mezclar ambas facetas. La opinión política no es superior si viene precedida de un aparente marchamo filosófico. La opinión política es ética: creemos que una cosa está bien o no, y no lo hacemos de manera lógica, sino intuitiva. Para eso está la democracia. PAra que la opinión de un hamaquero de Benidorm valga lo mismo que la del Savater. Porque la posición política siempre tiene un fondo irracional, inmotivado, libre. A mí el personaje ha terminado por caerme muy gordo, lo admito. Pertenezco a esa clase abominable de ciudadanos que apaga el televisor cuando aparece sentando cátedra o que pasa la página del periódico -digo, de El País, aunque ya no lo compro- cuando veo su nombre acompañando una tribuna desde la que nos regaña una y otra vez. Sus críticas, su desdén, a Zapatero por la política con ETA o con la España plural (que él, como el PP, la derecha, es incapaz de asumir, pero este país es plural, es diverso cultural y políticamente, les guste o no), me parece injusto y abritrario. Y peligroso. Si él decide entrar en política con el machete, degollando a unos y otros por no hacer lo que un político, según su docto parecer, debe hacer en base a la lógica cartersiana, en vez de ir adaptando su acción al contexto, debe comprender que a él también se le critique. Creo que Savater, lejos de ser un rebelde o un librepensador, como a él le gusta venderse, es un envenador frustrado de la convivencia en España, un resentido catalizador de conflictos y odios, un muyaidín de lo insostenible. A mí, con todo, lo peor, la más nociva aportación de Savater a la vida española me parece UPD, una mutación política, un engendro de progresía mediática aparente apta para nacionalistas españoles, de PSOE votable para pijos de las Rozas, con una profesinal de la traición, del oportunismo y de la desvergüenza como Rosa Díez al frente. Sinceramente Raquel, Savater, hoy, y en lo que se ha convertido, me parece un fraude.

En cualquier caso, es un gusto leerte incluso cuando no se está de acuerdo contigo. Un besote.

Raquel Márquez dijo...

Hola, Antonio.

Me alegro que te hayas currado este comentario porque ya sabía de tu opinión y me interesaba saber con más datos por qué era tan negativa. En algunas cosas de las que dices estoy bastante de acuerdo, pero ahora no tengo tiempo de explicarme más y decirte en qué partes creo que "te pasas". Lo haré, que tú estás mucho más informado que yo, como mínimo en temas políticos, y sé que voy a aprender aunque no cambiemos de idea...

Un besazzzzo.

Anónimo dijo...

¡Raquel!

No he comentado la anterior entrada porque el comentario de Miguel era inigualablemente bello. Sólo escribo este para que sepas que he entrado en el blog habitualmente durante el último año esperando que lo actualizaras. Y ahora, de repente, me topo con dos casi seguidas, qué alegría.

Esta vez no tengo tiempo para más, espero que escribas a menudo -me encanta lo de text-jockey- y seguiremos hablando. ¡Eres la mejor!¡Tengo ganas de veros!

-José Luis

Troche dijo...

Hola Raquel! Mi nombre es Gervasio Troche.
Felicitaciones por lo tuyo,muuuuuuuuuuy buen trabajo...
Arme un blog y me gustaría que te pegues una vuelta.
Espero te guste.
Un abrazo.
Troche
http://portroche.blogspot.com/

Raquel Márquez dijo...

Ay, Jose Luis, que requetemajísimo eres y qué sensiblona estoy hoy, jajaja, besazooooooo, hemos de vernos muy prontito!

Qué tal, Gervasio! Bienvenido y muchas gracias! Voy a tu blog right now.

Luis dijo...

Me alegra releerte por aquí, sobre todo después de entradas como la de Cortázar. Enorme.

Un saludo.

Raquel Márquez dijo...

Muchas gracias, Luis!!

Raquel Márquez dijo...

Huy, ahora vuelvo a leer tu comentario, Antonio, si quieres ya hablaremos de este tema en persona, que (insisto, sin falsa modestia) aprenderé más, pero me he dado cuenta de que usas menos argumentos de lo que me pareció al principio...

Lo que vienes a decir es que Savater te cae gordo y que no se crea tan listo. Para empezar, no entiendo por qué se puede hablar de Foucault o de Derrida, como has hecho tú alguna vez en tu blog del "Puercoespín en la red", para hacer comunicación política, y Savater es criticable por mencionar a Descartes o a Voltaire, o a quien le dé la gana, para defender a UPyD. ¿Los filósofos modernos valen y los clásicos no? ¿La alta cultura vale para "los nuestros" pero que no nos la desvirtúen "los otros"? No sé cuál es tu criterio en esto, la verdad.

Que la opinión tiene un fundamento irracional creo que nadie informado lo duda hoy día, hay estudios muy completos sobre el cerebro que demuestran que el fundamento de las ideas son las sensaciones. Yo, por lo poquito que he leído del tema, ahora pienso que "idea" es la forma de llamar a un complejísimo conjunto de sensaciones (irracionales, o mejor dicho, pre-racionales).

¿Pero en qué sentido eso está en contra de Savater? Él usa la razón para convencer a los demás de lo suyo, claro, como hacemos todos (menos precisamente los que usan el "machete", el real, para imponer su visión), pero no creo que opine que ninguna idea es más importante que las personas, por eso es tan radical en su discurso sobre ETA. Por sus sentimientos viscerales en contra del fanatismo y del asesinato, no por sus argumentos favoritos ni por sus filósofos de cabecera.

Raquel Márquez dijo...

Que es ante todo un periodista y escritor, y no un filósofo, se lo he oído y leído decir a él mismo muchas veces. Ha enseñado filosofía, así que es un "profesional" de ello, pero jamás le he leído ninguna insinuación de que su opinión valga más que la de cualquiera. Eso sería, además de "no adaptado al contexto", una estupidez (eso creo que lo hace un poco José Antonio Marina, por ejemplo, a pesar de su poca vehemencia y de lo blandito que parece comparado con Savater). Eso mismo, "te crees muy listo", se le podría decir a cualquiera que opinara sobre cualquier tema y aportara datos más o menos cultos. Lo dicho, no entiendo la crítica.

"Envenenador", "entrar a machete", "muyaidin"... No son argumentos, Antonio, son insultos de tipo "enemigo público", a esa clase de ataques me refería al principio de la entrada. Hay que argumentar un poco más, de lo contrario suena a falta de respeto gratuita, aunque yo sepa que tienes tus razones. Lo mismo te digo con eso que mencionas de los "pijos de las Rozas": ¿no serás tú el que desautoriza la opinión de alguna gente por creerte instintivamente superior a ellos (yo por mi parte me confieso no del todo libre de eso...)? ¿Desde cuándo "pijo de las Rozas" es una generalización aceptable en política? Es como si yo digo que el socialismo es una ideología muy típica de los maricones catalanes, o de los muertos de hambre de Fuenlabrada.

Tampoco comprendo que "nacionalista español" sea para ti un insulto (al menos una crítica no razonada) y en cambio el nacionalismo gallego o vasco te parezca "pluralismo". A mí me parecen absurdos los dos. Claro que muchos españolistas votarán UPyD para acabar con “esos catalanes que quieren robarnos las arcas de Españñña”, igual que muchos votan al PSOE para frenar el "franquismo" del PP, o votan a IU porque no confían en la sonrisa de Zapatero, o vaya usted a saber. Cada uno vota con lo que puede. La gente razonable con cierta ilusión de que la cosa mejore o de que llueva más a su gusto, la gente resentida contra "el enemigo" y poco más...

Pero lo dicho, ya hablaremos más largo y tendido en persona y me das tiempos y datos de esa traición de la Díez, que sobre eso, lo reconozco, no estoy bien documentada.

Besazos.

Kamosisa dijo...

Bueno, puede que escribiera el post en un calentón y expresase más sentimientos que argumentos. Borro los sentimientos y me voy a las ideas.

La idea de fondo es que él juega con ventaja: firma como filósofo, cuando no lo es. Yo he podido citar a filósofos, pero firmo como periodista, como ciudadano. El filósofo, o la figura del filósofo mediático en nuestra sociedad, habría que analizarla bien, porque es el resumen parlante de muchos filósofos que discrepan y tienen opiniones diversas, concretados en una sola persona que disfruta de un sillón permanente en las tertulias o los periódicos. Es lo que ocurre con Henry Levy o Andre Glucksmann en Francia, que han mezclado fama y prestigio intelectual artificialmente creado para golpear a la izquierda y defender a Sarkozy. ¿Y cómo nos defendemos nosotros de Henry Levy o Glucksmann, que son judíos y ocultan su filia personal hacia Israel tras una pátina de supuesta filosofía? En este sentido, el poder de Savater y todos estos filósofos mediáticos es arbitrario y estamos dejando en sus manos la capacidad de influir sobre la opinión de cientos de miles de ciudadanos. Lo que quiero decir es que a Savater, como filósofo oficial de la progresía,o del propio país, nadie lo ha votado. A Zapatero, mal que le pese, sí lo votaron. Ahí está el argumento político. El pedestal sobre el que se sube Savater a regañarnos no es democrático. Tiene más que ver con las causas por las que Belén ESteban disfruta, en otro ámbito, del suyo. Porque alguien, en algunas televisiones o redacciones de periódicos, pensó un día que Savater les ayudaba a tener audiencia o crear polémica, y él disfruta de ese privilegio (tener una ventana mediática lo es) inamovible, porque no existen elecciones en las que pueda perder su espacio. Y sin embargo, de nuevo, vuelve a utilizar ese espacio privilegiado y no democrático, además de su prestigio artificial o mediáticamente creado, para jugar a la política, intentando derribar a un presidente elegido, creando e impulsando un partido en la sombra, pero sin presentarse él directamente, sin poner su cara. Rosa Díez es el guiñol de las fobias y los demonios de Savater, que por nada del mundo arriesgaría el escaño que, sin votación alguna, ocupa en el Parlamento de la democracia mediática. Y creo que lo menos que podría hacer en esa maniobra propia de sofistas, pero no de verdaderos filósofos comprometidos con la búsqueda de la verdad, o con la explicación de ser, con honestidad intelectual, es decirnos qué representa su partido, porque dice Wyoming, Rosa Díez es, junto con Dios, la única persona de la que no se sabe si es de derechas o de izquierdas.

Raquel Márquez dijo...

No, no, es que NO firma como filósofo, por lo menos últimamente yo siempre leo "periodista" o como mucho "escritor". Ha aparecido en El país como filósofo muchas veces, pero creo que por su parte está más que aclarado que no lo es en el sentido de filósofo con teorías propias, sino en el de divulgador, profesor o simplemente persona que pasa tiempo preguntándose cosas relacionadas con el sentido de la vida. Como todos, vaya.

Yo no creo que estemos dejando en sus manos nada tan importante, aparte del poder dar su opinión, como muchos otros. Ni siquiera yo, que en algunas cosas son casi fan, estoy de acuerdo con todo lo que dice. Gente sin personalidad a la que le lavan el cerebro la hay de todas las ideologías, qué le vamos a hacer. A los de derechas les indigna que Wyoming tenga el protagonismo ideológico que tiene, por poner un ejemplo. A los de izquierdas les molesta un Yanke o los locos de atar de Intereconomía... Pero eso es democracia también, ¿no?

Me parece extraña esa idea de que algunas opiniones son privilegios anti democráticos y otras son libertad de expresión... Supongo que es difícil cuando uno se siente en posesión de cierta verdad política tener a alguien que está muy en contra. Pero en serio, acusarle de anti democrático no es serio. Salir de cuando en cuando a decir lo que opina, no por filósofo, sino por ciudadano y comunicador que se ha mojado en luchas políticas desde siempre... no es para merecerse una campaña de descrédito así. Yo no le he visto hablar así de insultante y de personal sobre Zapatero ni sobre nadie. Igual me lo he perdido, no sé.