Como parece demostrar casi todos los años Gran Hermano, "las masas" nos decidimos más fácilmente en contra de alguien que a favor, y el que mejor cae es el que pasa más sin pena ni gloria, el que no se muestra muy apasionado por nada ni por nadie, el que no habla más que lo imprescindible y el que a primera vista parece poco conflictivo porque hace como si no viera los conflictos a su alrededor.
Si a pesar de todo esto no consigues estarte callado o encerrado en tu casa, la manera más fácil de no molestar a gran cantidad de personas es asumir un ideario organizado, uno que compartan muchos más. Pero ¿qué haces si sientes que lo más auténtico en ti no coincide con ningún gran grupo? ¿O -aún peor- si algunas de tus ideas parecen armonizar con un grupo y otras más bien con "el otro"? Supongo que la respuesta "realista" sería que puedes tener esas ideas, pero mejor no decirlas tan alto, o tan en serio, como Fernando Savater.
Como se sabe exagerado y se confiesa amante de la polémica, lo suelo imaginar encontrándole el gustillo hasta a las críticas más duras, pero también pienso que tiene que ser desesperante ver escritas por ahí estupideces como que en el fondo es un fascista -y uno de los peores, de los que van de izquierdistas-, o un chaquetero, o un demagogo... Lo de demagogo como insulto es que me fascina; es una idea mercenaria, que sirve desde siempre al único objetivo de desprestigiar al contrario opine éste lo que opine. La sola palabra es antidemocrática se mire por donde se mire: sólo alguien que se siente fuera del pueblo y superior a la masa de votantes puede usarla sin caer en obvia contradicción.
Pero a lo que iba, Savater. Muchas de las cosas que dice me parecen tan de sentido común que no son originales -él estaría de acuerdo con esto con toda seguridad- y otras, sobre todo en sus obras de juventud, son tan excesivas que difícilmente pueden sostenerse si no es por pura diversión -y esto creo que tampoco le preocuparía-, pero en general me parece estimulante, sensato y responsable en el más amplio sentido de la palabra. Porque, cuando un tema es importante de verdad, lo irresponsable no es hablar abiertamente de él arriesgándose a equivocarse, sino callarse, lavarse las manos.
Aparte de todas las pequeñas y grandes cosas en las que estoy de acuerdo con él, siempre le agradeceré haberme llevado hasta Cioran y Bertrand Russell y haberme interesado en general por la literatura de fantasía y aventuras en la que estaba (bueno, sigo estando, me temo) vergonzosamente pez.
Allá va un trocito que he encontrado hoy en una antología que compré hace tiempo y aún no había leído. Es de su libro Ética para Amador y el tema de la página es la templanza.
"... (El más triste de todos los placeres es) el placer de sentirse culpables. Desengáñate: cuando a uno le gusta sentirse "culpable", cuando uno cree que un placer es más placer auténtico si resulta en cierto modo "criminal", lo que se está pidiendo a gritos es castigo... El mundo está lleno de supuestos "rebeldes" que lo único que desean en el fondo es que les castiguen por ser libres, que algún poder superior de este mundo o de otro les impida quedarse a solas con sus tentaciones.
"En cambio, la templanza es amistad inteligente con lo que nos hace disfrutar. A quien te diga que los placeres son "egoístas" porque siempre hay alguien sufriendo mientras tú gozas, le respondes que es bueno ayudar al otro en lo posible a dejar de sufrir, pero que es malsano sentir remordimientos por no estar en ese momento sufriendo también o por estar disfrutando como el otro quisiera poder disfrutar. Comprender el sufrimiento de quien padece e intentar remediarlo no supone más que interés porque el otro pueda gozar también, no vergüenza porque tú estás gozando. Sólo alguien con muchas ganas de amargarse la vida y amargársela a los demás puede llegar a creer que siempre se goza contra alguien".
Parece casi obvio, pero esto que está escrito pensando en un público adolescente no sobraría cuando un amigo ya madurito te suelta divertido un acusador "¡cómo vives!" en cuanto le cuentas dos cosas buenas de tu vida seguidas (no va por nadie concreto, ¿eh?, que esto me ha pasado con mucha gente a la que quiero). También me recuerda a las veces que alguien me ha hecho daño y cuando se lo he hecho saber me ha venido a decir que sufre más que yo. ¡Eso no es un argumento! Supongo que si dedico un tiempo a ir explicándole a la gente por qué yo, a pesar de mi relativo éxito en la vida, sigo sufriendo, llegará un momento en que podré justificar casi cualquier desplante. Cuantos más puntos de sufrimiento, más culpables se sentirán los demás si me critican, más armas tendré contra cualquiera que me eche algo en cara. Porque la mejor defensa es un buen ataque, vaya que sí.
Y ahora me voy a dormir que son las tres de la mañana.