12.7.12

Como me he enrollado mucho, contesto por aquí al último comentario de la entrada anterior:


Bueno, hoy tengo un ratito para contestar, a ver si llegas tú a tenerlo como para volver por aquí :)
Voy por partes de tu mensaje y luego te copio y pego una nota de Facebook que escribí después del famoso cierre de Megaupload y que también contesta un poco a tus objeciones, creo.

-          “Alguien ha invertido un tiempo y hasta un dinero en componerlas, producirlas y sacarlas a una estantería”. 

Si no te interpreto mal, más adelante dices que lo que estás defendiendo con tu respuesta es el mercado capitalista, aunque tenga fuertes contradicciones. Estamos de acuerdo en eso: creo que, fuera de experiencias aisladas en pequeñas comunidades, es el sistema económico más compatible con la democracia de los que se han implantado. Me alegro egoístamente de que compartamos esa base, porque rebatirte en términos capitalistas es muy fácil: en la economía de mercado, no tiene por qué ganar más dinero quien más tiempo trabaja ni quien más dinero invierte, ni siquiera quien más mérito tiene o el que más sabe de lo suyo. Simple y llanamente, gana más dinero el que ofrece un producto o servicio por el que mucha gente -o poca gente pero muy rica- está dispuesta a pagar. Punto. Y está bien que sea así, si la riqueza estuviera basada sobre todo en la propiedad o en títulos nobiliarios heredados de padres a hijos, por ejemplo, o en la posesión de oro acumulado durante mucho tiempo, el movimiento entre clases sería más difícil, como de hecho ha pasado en otros momentos de la Historia. Así que el argumento no me vale: si alguien pone una tienda de cosas que nadie compra, no tiene derecho a vivir de ello, por mucho que trabaje y que invierta. Lo mismo que un músico en el metro no merece más dinero que Bisbal, aunque curre el doble de horas y se compre con sus ahorros los mejores instrumentos. Si queremos que la moral del esfuerzo y del bien común, decida quién tiene derecho a vivir mejor y se lo niegue al que no cumpla, incluso aunque lo haga por mayoría democrática... ya sabes dónde estaríamos, en sistemas de todo menos capitalistas. Sin embargo, los anticapitalistas, y en general los que defienden al “pueblo llano” contra “el poder”, están luchando a favor de lo barato, y si es gratis (o “aparentemente gratis” como cuando lo escuchamos en la radio) mejor.

-          “Puede que nos hayamos acostumbrado a que otro pague por nosotros -sea la publicidad en TV o en la Radio, la financiación de una TV pública, o quien contrata un hilo musical-. Pero hasta ahora, la cultura era producida, distribuida y consumida”.

Creo que confundes cultura y productos culturales (basados, de nuevo, en la copia física). ¿Quieres decir que un músico en el metro si no saca discos no “produce” cultura? Yo creo que sí. ¿Un trovador no transmitía cultura cuando el público decidía no pagarle después de oírle? Yo creo que sí. ¿Es cultura esta conversación que estamos teniendo tú y yo sin movimiento de dinero? Claro que sí. De hecho, yo estoy invirtiendo tiempo en redactar esto, y he invertido un buen dinero en mi ordenador y mi conexión a internet para poder transmitir mis ideas y comunicarme. ¿Dónde está mi dinero por toda la cultura que estoy “produciendo” y por la cultura de otros que estoy distribuyendo, ehhh? ¡Alguien me está robando mi dinero!

-          “Sé que nos enfrentamos ante una contradicción del capitalismo: la de la imposibilidad de proteger la propiedad privada en el plano intelectual, mientras que el dinero y todo lo demás está protegidísimo de cualquier intento de ser compartido o consumido sin pagar”. 

Esto ya es un error objetivamente, Antonio. En el plano intelectual no existe la propiedad privada, porque las canciones, la literatura, el arte... no son objeto legal de propiedad privada ni pueden serlo. La música no se agota cuando la escuchas, no se consume como un chorizo, uno no se apropia de ella de una vez. No es “mía” una canción en el sentido posesivo por el hecho de que la haya compuesto (y mucho menos porque, como sello discográfico, me haya limitado a distribuir copias). Una copia en soporte físico sí puede poseerse y robarse, pero es que la “piratería” por internet no consiste en la distribución de copias físicas. Este error se ha repetido hasta la saciedad a propósito para defender el estado de cosas actual en el mercado cultural, que está basado en las copias solamente porque se niega a reconvertirse. No es una frase hecha, es que se niega claramente a reconvertirse: ¿dónde están las páginas legales de Paramount, Universal, Warner... que vendan su catálogo on line a buen precio, ahorrándose los costes de distribución y exhibición? ¿Por qué tienen que llegar otros, tipo Filmin –que está muy bien de precios pero tiene muy pocas películas- a negociar con ellos duramente para poder ofrecer lo que el público pide? ¿Es pura vaguería, resistencia al cambio porque sí... o es que hacen más negocio ahora con las cosas tal y como están, a pesar de la piratería o incluso en parte gracias a ella? Yo diría que esto último.

De hecho, ¿no es ridículo pretender que una canción sea "privada"? ¿Para qué sirve una canción que sólo es “mía”, si no se la canto a nadie? ¿No es el oyente, de alguna manera, parte de ese proceso que hace una canción sea tal, y no sólo notas en un papel? ¿No es el arte una forma más, todo lo elaborada que quieras, de comunicación, y no de comunicación íntima, precisamente, sino más bien de comunicación pública y cuanto más pública mejor? 

Lo que protege a los autores es el derecho de propiedad intelectual, y los editores, si es que el autor se los cede, suelen tener los derechos de explotación, comunicación pública, etc. Supongo que hay que redefinirlos, sí, pero Serrat y Etxebarría no están contribuyendo a aclarar las cosas con sus declaraciones peseteras, y tú tampoco aportas ninguna vía en ese sentido con tu comentario. La verdad es que el PSOE en su conjunto (porque Serrat, como Víctor Manuel y Ana Belén, Pilar Bardem y tantos otros, en estos temas no habla con independencia) lo ha hecho fatal en este tema. No es que “se hayan expresado mal” a la hora de defender los derechos de autor, como dicen siempre los portavoces de la SGAE. Es que se han lucrado y han contribuido al robo sistemático de los pequeños por parte de los grandes. Lo de la ministra Sinde es sólo la punta del iceberg, son muchos años en contubernio con una empresa que a la hora de cobrar vive de lo público y a la hora de pagar sólo rinde cuentas a los mismos cuatro, entre los que está Serrat.

-          “Algunos ven en esa imposibilidad o dificultad técnica, al menos por el momento, un argumento a favor del gratis total”.

Lo del “gratis total” es otra de esas cosas que se han repetido y repetido para asustarnos en vez de para informarnos y concienciarnos. ¿Quién defiende eso del “gratis total”? ¿Los macarras que si por ellos fuera robarían todo lo que pudieran? Pues claro, no podemos esperar más de ese tipo de gente. ¿Pero qué interlocutor serio en este debate ha defendido nunca que todo sea gratis y que Serrat viva del aire? ¿Y qué es eso del “gratis total”? ¿Que nada cueste dinero? ¿Que se acabe el intercambio reglado de bienes y servicios y vayamos todos por la selva con hojas de parra? Las cosas hay que definirlas para poder estar a favor o en contra. Pero claro, si lo decimos así, genera más alarma y más miedo: si descargas, estás acabando con la civilización y con la cultura.

-          “Pero tengo el convencimiento de que la cultura, incluso la buena, ha sido siempre un producto, algo con lo que se comerciaba, desde Sófocles a Dostoievsky, desde Shakespeare a Cervantes, de Rossini a Bruce Springsteen. Si no somos capaces de premiar el talento, tal vez nos quedemos sin él. Tal vez, sólo”.

Creo que la primera frase ya la he contestado. La cultura es algo con lo que se comercia, claro que sí, pero es más cosas también. Y quien quiera comerciar con ella, puede seguir haciéndolo. Aquí abajo te copio la nota de FB que te comentaba y ahí hablo de varios ejemplos. La segunda parte sabes que es falsa y tienes que quedarte en un “tal vez”. Ya te lo digo yo: no, no nos quedaremos sin ella. Es como el famoso ejemplo de los jamones: si la comida se empieza a poder copiar, desde luego lo que nunca pasará es que la humanidad se morirá de hambre. Más bien todo lo contrario.

Ahí va la NOTA:
En positivo y sin alarmas
de Raquel Márquez, el sábado, 21 de enero de 2012 a la(s) 21:48 ·
Dejando a un lado los posibles peligros a largo plazo para la libertad y la privacidad de las comunicaciones, centrémonos en un argumento más básico:

Cuando las personas nos acostumbramos a conseguir lo bueno fácilmente (cuando es accesible y barato, o incluso gratis), no perdemos las ganas de pagar por ello, sino todo lo contrario, nos convertimos en mejores consumidores. En una ciudad donde la comida es escasa y difícil de conseguir, Arzak no sería un buen negocio. En un país con pocas bibliotecas y colegios públicos, hasta un García Márquez podría tener problemas para vivir de su trabajo, porque habría pocos adultos lectores. En un país en el que sólo los ricos tienen ordenador en casa, Microsoft tiene poco que ganar. En Estados Unidos, seguramente el lugar que más hackers forma del mundo, es donde hacen su agosto las grandes multinacionales del entretenimiento y la cultura.

¿Os habéis fijado en que hace pocos años nadie gastaba dinero en series? Ni siquiera existía una zona específica en los grandes almacenes, uno simplemente ponía la tele y veía las pocas que tenía a su alcance a las pocas horas que tenía libres, ni siquiera era muy habitual tomarnos el trabajo de grabarlas. De un tiempo para acá, en los años dorados del Seriesyonkies, ahora que es tan fácil como poner el título en Google y verlas a la carta, en versión original con subtítulos y con mucha mejor calidad que en VHS... AHORA es cuando existe una zona de series en la Fnac. ¿Cómo puede ser?

Nos hemos acostumbrado a lo bueno, por eso sabemos valorarlo más y mejor, y queremos pagar más que nunca por obtenerlo de forma cada vez más cómoda y ventajosa. Mis conocidos adictos a las series y a las películas, los que descargaban de Megaupload como si no hubiera mañana, son los que más dinero gastan en ellas. No porque paguen a Movistar ni a Microsoft (que no se dedican a comercializar productos audiovisuales, ni falta que les hace), sino porque en cuanto pueden compran “copias originales” (curioso concepto, ¿eh?), porque se hacen del Plus, de Filmin, compran merchandising oficial y hasta van al cine.

Creo que no conozco a nadie que consumiera discos con frecuencia y bajara el ritmo de golpe a raíz de descubrir Napster o Soulseek. Más bien lo hicieron cuando se quedaron en paro, o cuando tuvieron hijos... Esos, los más compulsivos, son los mismos que ahora, cuando a los músicos les es más difícil vender discos (sobre todo porque comprar un CD tiene poco sentido: un trozo de plástico con un sonido no mucho mejor que el de internet), han empezado a comprar vinilos. ¡Vinilos! ¡Una tecnología antigua y mucho más difícil de copiar! Hasta ahí llegan las ganas de pagar por lo que nos emociona.

Los exhibidores de cine son quizá los que lo tienen más complicado, pero ellos llevan quejándose desde los años 50... La culpa no es de internet, ni de las copias burladas al copyright. Si la exhibición está en horas bajas, es simple y llanamente porque hay mucho cinéfilo que no percibe un gran beneficio en la pantalla grande, la comunión con el resto del público de la sala, etc. Los que siguen yendo al cine son los que sí valoran esa experiencia, y no los que –por ignorancia, por vaguería, por principios, por problemas de conexión... – se abstienen de descargar.

Que intermediarios parásitos se aprovechen de los vacíos legales es un problema, hay que intentar evitarlo, y reconozco que lo veo difícil. Cuanto más actores en un negocio, más complicado es repartir el pastel.

Pero el pastel es cada vez más grande: hay menos dinero en la exhibición de cine, pero hay más en hacer diseños, animaciones y vídeos de todo tipo para internet; vive menos gente de fabricar CD´s, pero hay gente que lo hace de inventar y gestionar plataformas como Spotify o software relacionado con el P2P; es más difícil vender libros en papel, pero –quizá porque los dibujos pierden encanto en formato digital— se ha revalorizado el tebeo: El Corte Inglés ha abierto un espacio de cómic, cuando siempre lo habían ignorado.
Intentar evitar el acceso de los usuarios a un software concreto, o a webs concretas, no va a animarles a pagar más, y menos a obligarles. Si algún día se hace verdaderamente difícil descargar por internet evadiendo la industria, y si todas las bibliotecas se hacen de pago (no es una idea apocalíptica mía, existe una presión muy fuerte de la industria editorial: http://noalprestamodepago.org/), simplemente veremos menos películas y leeremos menos. Aunque quizá montemos rastrillos espontáneos y nos intercambiemos copias con desconocidos, con el plus romántico de salir huyendo si llega la policía... Las empresas relacionadas con internet ganarán menos, sí, pero Universal, EMI, Disney y compañía NO ganarán más.

Y lo peor es que creo que, si yo me he dado cuenta, Universal también. Por eso desconfío de los motivos últimos de la famosa SOPA. Echadle un vistazo a los números: las grandes multinacionales del entretenimiento no ganan cada vez menos, todo lo contrario. Y ellos son los que la promueven.  No suelo creerme las teorías conspiracionistas, pero todo esto me encaja tan poco que no me extrañaría que el copyright fuera una cortina de humo para conseguir alguna otra cosa. En un mundo en el que ya no hace falta copiar para ver y escuchar, ¿cómo puede la anticuada industria de las copias convencer tan fácilmente a los políticos del “país de las libertades”? ¿Cómo puede compensarles el riesgo de echarse encima a empresas tan poderosas como Google, AOL, eBay...? ¿No será que las críticas y las revoluciones son más difíciles de atajar en internet que en los medios “tradicionales”, donde ya está todo atado y bien atado...? ¿No intuirán muchos políticos poco honrados una buena barrera para defenderse de las masas?