21.12.05


Desobediencia civil, sablazos, crucifixión y planchar la ropa

Acabo de terminar este librito que me regaló Mario. Aunque tenía tres o cuatro regalos más para leer, eran mucho más gordos (menos lo de Carroll, ¡pero tiene fórmulas!)… y además a mí se me gana fácil con un título que incluye “desobediencia”, ya he dicho que tiendo a pensar a la contra…

Con Sexus todavía en la cabeza (“siempre pensando en lo único”, diréis) lo que más me ha interesado de Thoreau es su individualismo y su “egoísmo-bien-entendido”. El otro Henry hablaba con todo detalle en varios libros de su talento para sablear a amigos y conocidos. Ellos la mayoría de las veces aflojaban de buena gana, para sentirse bien consigo mismos o simplemente para recompensar la compañía de alguien que se esforzaba en divertir a todo el mundo a su alrededor (y que solía devolver sus préstamos, no está de más aclararlo).

Esto de sacarle dinero a la gente, que a Elena le hizo desconectar –comprensiblemente, creo yo-, a mí me atrajo más que otras cosas más poéticas o especulativas de Miller. Un conflicto moral siempre te hace aprender algo nuevo… ¿Y no será que es perfectamente ético y razonable pedir dinero y darlo así porque sí? ¿No será que la idea del sableo nos revuelve algo dentro sólo porque tenemos demasiado asumida la moral del trabajo y del sacrificio, la ética de la productividad que tanto le preocupa a Mario? ¿Y si yo consigo con gracia que la gente a la que caigo bien me dé dinero sin trabajar… eso no es un ejercicio de libertad tan precioso como cualquier otro para ambas partes? Si eso nos supone un conflicto quizá es porque nos han dicho que la vida cuesta (dinero), que la vida (= el dinero) exige siempre un trabajo penoso e insatisfactorio, que la vida no es “perder el tiempo” mirando el paisaje o charlando con los amigos sino acumular (experiencias, datos, dinero), competir, ganar (dinero)… Con este clima alrededor, es normal que llamemos egoísta a alguien tan sincero y humilde como para pedirnos que subvencionemos su vida. Y tan simpático como para conseguirlo sin que perdamos la sonrisa.

Y Thoreau, aunque muy diferente a Miller, tiene algo básico en común, ese individualismo, ese egoísmo asumido. Hay afirmaciones en que está especialmente claro:

A mi modo, en silencio, le declaro la guerra al Estado, aunque todavía haré todo el uso de él y le sacaré todo el provecho que pueda, como suele hacerse en estos casos”.

Es decir, no tengo por qué aceptar por entero un sistema que me beneficia sólo en parte. Cojo lo que me interesa y lo demás no sólo lo critico sino que lo desobedezco. Esto es fundamental, pero de nuevo la ética del sacrificio judeo-cristiana (y no acuso a nadie, porque siempre hablo de mí) nos puede hacer torcer el gesto ante una declaración directa como ésta. Todos sacamos provecho, todos nos beneficiamos en algo del sistema. La forma de diferenciarnos sólo puede venir de un heroísmo directo –hacernos violentos si hace falta, o sacrificarnos pero con nuestra vida, nuestra propiedad, nuestro trabajo, no sólo con palabras- o del reconocimiento de los hechos: es cierto, no soy un salvador, sólo soy un charlatán, pero al menos no haré el juego a mis enemigos. En esta segunda postura se planta Thoreau:

Por supuesto, no es un deber del hombre dedicarse a la erradicación del mal, por monstruoso que sea. Puede tener, como le es lícito, otros asuntos entre manos; pero sí es su deber al menos, lavarse las manos de él. Y si no se va a preocupar más de él, que, por lo menos, en la práctica, no le dé su apoyo. Si me entrego a otros fines y consideraciones, antes de dedicarme a ellos, debo, como mínimo, asegurarme de que no estoy pisando a otros hombres. Ante todo, debo permitir que también los demás puedan realizar sus propósitos”.

Mucho mejor explicado que un simple “vive y deja vivir”, que se puede interpretar, como hicieron tantos hippies, como mera tolerancia pasiva, algo opuesto a Thoreau (que no necesariamente a mí). Por esto que dice, se negó durante años a pagar unos impuestos que se destinaban a hacer la guerra y a mantener la esclavitud en su país.

Qué mal se nos da eso en Europa, me refiero a reconocer que nuestra vida no es casi nunca un sacrificio, que, nos guste o no, casi nadie da su vida por los demás, que vivimos pensando en nuestra propia alegría. Porque no queremos, porque no nos acaba de parecer justo vivir con esa carga casi inhumana encima. Porque, como en mi caso, ni siquiera nos parece ético, la mayor parte de las veces, ayudar a los demás a través de la renuncia de uno mismo. Jesucristo quería dar una lección con su muerte, y para mí la peor de las que dio es ésa, la del sacrificio. Yo creo en predicar con el ejemplo, ¿y es que él quería que nos sacrificáramos todos? ¿Es ése el modelo de vida más ético, morir? ¿Ésa es la mejor moral, renunciar al fin de la ética, a la felicidad, y aun a la supervivencia? ¿Para quién se sacrifica uno, qué ganamos los demás? Como decía Patti Smith, Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos. Si te sacrificas, si crees que el fin de tu vida, como creyó Jesús, es erradicar el mal, te estás situando por encima del resto de la humanidad: “para que vosotros comprendáis tengo que morir yo”.

No creo que el propio Jesucristo esperara tras su muerte una santidad parecida a la suya de nosotros, pobres seres a los que Dios tiene que perdonar con infinita paciencia una y otra vez porque “no sabemos lo que hacemos”, porque no somos responsables, somos niños o estúpidos. Lo único que consigue la idea del sacrificio es que nos sintamos culpables... Jesús en la cruz es como una esposa abnegada que grita su infelicidad a los cuatro vientos planchando la ropa de su marido, cuando es libre de sentarse a leer o dar una vuelta o hacer un amigo. Haber huido, hombre, como hizo Henry Miller cuando estalló la guerra. Predicar con el ejemplo, predicar con el ejemplo.

Había destacado muchos párrafos preferidos de Thoreau, pero sería aburridísimo. Dejo ideas para otro día. Hoy me gustaría hablar de una última cosa. Mario, que lleva tiempo dudando de la democracia, me regaló este libro porque está relacionado con cosas que yo he dicho aquí, y llego a una conclusión interesante. En la disyuntiva que planteé entre Verdad y Democracia, si Mario sigue hoy en la órbita de Thoreau, me parece que se queda más bien con la Verdad.

Es cierto que yo creo en una verdad no muy diferente de la de Thoreau, y seguro que muy muy parecida a la de Mario: creo firmemente que hay que vivir buscando la felicidad propia y haciendo el menor daño posible a los demás (con “posible” soy literal, hay daños que me parecen inevitables, pero desde luego no son los derivados de tu puesto de trabajo o de otras cosas elegidas libremente, sino de los sentimientos de los demás hacia ti, por ejemplo. Si alguien sufre porque me quiere o me odia, puedo amortiguar el daño pero difícilmente evitarlo manteniendo mi libertad. En casi todos los demás casos, cada pequeño daño es por entero responsabilidad mía y un pecado, incluso). Pero hasta esta verdad es un acto de fe, no la creo absoluta. Aun pareciéndome casi obvia la someto a "las urnas”, a la mayoría “democrática”, así que yo elijo Democracia, supongo que porque confío en que el 99 por ciento de la gente comparte más o menos esta opinión (aunque no la pongamos siempre en práctica, claro)…

33 comentarios:

Raquel Márquez dijo...

Contesto a Ina: piso nuevo, y aval nuevo... Ya lo veréis, ¡tenemos balcones a la calle! Yo voy a generalizar un rato que llevo dos horas escribiendo esto y empiezo a oler mal. Para vuestra información, llevo días con las veinte uñas en perfecto estado de higiene, jajaja...

Unknown dijo...

Muy intenso e interesante el texto de hoy, haría tantos comentarios que casi lo dejo para cuando te vea en directo. Aunque uno de ellos es especialmente urgente, y tiene que ver con la idea de vivir "sin hacer daño a los demás". Porque últimamente creo que es algo casi imposible, especialmente cuando te dedicas a la educación y bueno, en general cuando se habla mucho. Pero ves, ya me extiendo demasiado, lo dicho, hay que hablarlo en directo.
En otro orden de cosas, ahora mismo llevo las uñas (especialente las más visibles) arregladitas arregladitas, ¿habrás removido mi conciencia higiénica?

Raquel Márquez dijo...

Ja ja, limpio, fijo y doy esplendor... a las uñas de los pies. Lo de no hacer daño es tan difícil que sí, igual hay que llamarlo imposible. Pero los daños son reparables muchas veces, y al fin y al cabo cada uno es responsable de sus relaciones y hasta de sus reacciones más espontáneas... Que al final es un sálvese quien pueda, vaya, qué le vamos a hacer.

Anónimo dijo...

Raquel, guapa, el mundo nunca podrá agradecerte suficientemente la labor de concienciación que has hecho respecto a la siempre saludable función de arreglarse las uñas de los pies. En lo que a mi se refiere, también las tengo recién acicaladas, y hasta estoy pensando en escribir r-a-q-u-e-l en cada uña de un pie y l-a-u-r-a en la del otro, pues me temo que esta función ya va asociada indivisiblemente a vosotras dos, majísimas.
Respecto al piso con balcones, madre mía, como me alegro, por dos motivos, uno, porque ya os va a dar el sol al final y vaís a ser un poco mas felices, si cabe, y dos, porque veo que el rocanrol sigue generando algo de pasta y todavía tenemos alguna oportunidad.
Respecto al texto de hoy, me lo tengo que leer con calma y paciencia, pues me va a requerir cierto esfuerzo cognoscitivo.

Un besazo y que paseís unas felices navidades!

Ah! y envidia me daís los de Franz Ferdinand, pero mucha además!

Anónimo dijo...

jeje lo primero, felicidades por ese nuevo piso! Ya me contaréis más acerca de ello...

Duro tu texto, entrando en terrenos movedizos... pero creo que esa productividad como elemento final de esta nuestra sociedad y que parece que tanto perjuicio mental trae consigo, es facílmente evitable al pensar en ello como en un espejo tramposo interesado en hacer que nos veamos como seres que no tienen otra opción más que vivir en donde les han colocado, como los juguetes mecánicos que esperan es sus cajas a que les pongan en marcha... Y esa NO es la única opción, hay mil más. Podíamos hablar de porqué decidimos quedarnos en nuestras cajitas en lugar de evolucionar y ser felices: "por miedo o por pereza?" como se menciona en "Waking lafe". Pero en última instancia, decidimos nosotros.

Parece que da miedo pensar en tanta libertad, no?

Anónimo dijo...

que se me olvidaba, al parecer el pobre de Jesucristo (la persona, no el personaje de ficción bíblico que nos han metido a la mayoría de nosotros por los ojos) no llegó a morir en la cruz... es otra de las mentiras que se inventó San Pablo para cimentar una iglesia decente en la cual necesitaba un martir. Es decir, la historia de la religión cristiana está llena de datos falsos.

Anónimo dijo...

Hoy estoy trabajando de verdad así que me imprimo el texto para leerlo tranquilo en casa. Pero me ha hecho mucha ilusión comprobar que te ha sido de provecho.

Raquel Márquez dijo...

Yo me perdí a los Franz Ferdinand, a la próxima será...Felices Navidades a todos, que este año parece que tengo las fiestas éstas más olvidadas que nunca... Estáis todos invitados al piso en cuanto lo adecentemos y amueblemos, nuestra keli es vuestra keli ;-P

¿Estás en este nuestro país, David? Si es que sí, vente esta noche al concierto en Arena que hay lista kilométrica, o quedamos cuando puedas y nos cuentas tus viajes físicos y espirituales, jeje. Es verdad que ser libre es cosa nuestra, poner como excusa que vivimos en una sociedad que valora el trabajo por el trabajo y el dinero por el dinero no vale para tirar adelante sin hacer nada excepto quejarse. No vale pero no por nada, sino porque creo que no funciona, que sigues infeliz. Y lo de Jesús-persona no me extrañaría, la religión católica nunca se ha preocupado precisamente por la búsqueda del conocimiento o de la verdad. San Pablo fue el primer gran gurú del marketing. He dicho.

Y aún no has visto ni la mitad de pajas mentales que me he hecho con el libro, Mario, ya volveré, ya...

ana dijo...

u-f

[buscando un hueco...]

Raquel Márquez dijo...

No hace falta que lo leáis todos, ¿eh? Que os veo como obligados, pobres... Si queréis seguir en esta vida sin una guía espiritual sólida es cosa vuestra, no me meto, jajajaja...

Por cierto que igual no quedó clara la ilusión que me hace a mí que te haga ilusión a ti, Mario. ¡Gracias otra vez por el libro!

Anónimo dijo...

Pues, nada, ya me lo he leido con la tranquilidad y sosiego que merece el texto que no tiene desperdicio.

Lo de elegir entre Democracia y Verdad tal y como están las cosas es como aquello de elegir entre Guatemala y Guatepeor (toma optimismo navideño). Para empezar porque eso de la Verdad (así con mayúsculas) me recuerda demasiado a los curas que intentaron educarme cuando era niño y lo de Democracia pues que como diría Homer "Es que en teoría funciona hasta el comunismo".

Yo me conformo con ir agarrándome a pequeñas verdades (así en minúsculas) a las que recurro a veces por pura conveniencia (lo confieso, la coherencia me parece inhumana y no hay nada que me asuste más que una persona coherente). Y la democracia, pues la respeto, pero ni me va ni me viene. Como modelo teorico me parece guay pero el actual sistema educativo (y no solo el estatal sino también el familiar o social) no me hace confiar mucho en la capacidad de decisión de ciudadanos tan lastrados de frustraciones, miedos y revanchismo como los que genera este sistema. No es mi intención que se convierta en una constante de mis intervenciones en tu blog pero es que viene al pelo una canción del Krahe que dice: "Un cierto residuo tengo de individuo que en vez de hacia la cola de ir a votar me lleva al bar".

Pues nada que Bon Nadal y esssssooooo

Raquel Márquez dijo...

Jajaja... Sí, la individualidad yo también la asocio cada vez más con el pasotismo de la política...

En realidad, ahora que lo pienso, Thoreau no se queda tampoco con una ni con otra. Aunque sus frases a veces tengan un matiz religioso de confianza en la Justicia con mayúsculas, creo que más bien habla de verdades sentimentales, digamos. Está seguro, porque se indigna, de que la esclavitud no es justa, y actúa en consecuencia. La lección importante que da es que no vale con escandalizarse si uno hace el juego a aquello de lo que se queja de boquilla... y que tampoco es necesario hacer la revolución si puede uno boicotear la injusticia por un camino más corto, como negarse a cumplir ciertas normas aunque eso nos cause problemas. Yo tampoco soy ferviente demócrata porque mis efervescencias no van por caminos muy políticos, me parece; sólo creo que el único criterio de verdad es humano y que es mejor seguir la opinión equivocada de la mayoría a la opinión, tampoco segura nunca, de los "expertos", o los "mejores"...

Raquel Márquez dijo...

Ah, y eso, a ver si me dan el Nadal, sí, jaja... Feliz Navidad, jou, jou, jou.

Raquel Márquez dijo...

Miriam... ¿dónde estás (aparte de en la Rioja)? Tienes que decirlo TODO, recuerda. Aunque, así dicho, igual te genero cierta tensión... No, no creo: dilo TODO. YA.

;-)

ana dijo...

mmmm
más que en la democracia (o al menos en la democracia que veo por ahí), me quedo con la "anarquía", entendiendo por anarquía un término sin ninguna creencia religiosa asociada más allá del sentido común de cada uno, de no molestar al que tienes al lado, dar sin importar el recibir y disponer de un espacio físico para disfrutar de la intimidad solo... o con leche ;)

Anónimo dijo...

Languidezco y pataleo en Alfaro, sucursal insignificante, ceñuda y paleta de España S. A. Porque un país es una empresa.


Me conmueve que escribas del “pensar a la contra”. Me conmueven tu convicción y tu fuerza, las admiro. Allá van un par de muestras de mi debilidad:


A vueltas con la Democracia, en mayúscula.

El sistema de partidos, el delegar, es algo bien reciente, un invento del siglo pasado. En el diecinueve, la política era plena y gozosamente revolucionaria, insurreccional, un 'echarse a la calle', si acaso hasta la Comuna de París. En un partido cristaliza la idea de que el movimiento en sí mismo no puede ser un sujeto político.

No hay entonces, en mi opinión, nada más alejado de un acto político que 'ejercer el derecho al voto'. Votar es un acto estatal, y seguramente importante, pero no es un acto político, no es un verdadero momento de libertad: no es una verdadera opción, no es una verdadera decisión. Hacer cola un día y a una hora preestablecidos, marcar con una equis, echar la quiniela, en fin. En las elecciones nos limitamos a comprobar que las cosas siguen su curso. Levante la mano a quien los vaivenes à la Cánovas-Sagasta hayan perturbado su cotidianeidad.

No podemos criticar la Economía porque es la realidad, y no podemos criticar la Democracia, nuestra confortable política de la representación, porque es la moral: el bien y el derecho del hombre. No obstante hablamos, discutimos, reflexionamos, charlamos en los cafés, esto no funciona y tal o cual medida es risible o despreciable: el perfecto engranaje de un sistema que nos brinda las mieles de la pasividad. Qué sé yo, las dictaduras son fastidiosas, injustas y atroces de un modo evidentísimo. Una Democracia es un rumorcillo, el zumbido tolerable de una mosca.

¿Modificación de la actitud interna o de las circunstancias exteriores? Esta es la exigencia del aquí y ahora que no traga analgésicos -y me tienta una digresión: los analgésicos falsos problemas, feminismo, ecologismo, etc., tal vez en otra oportunidad...
Bien, ¿y qué hace uno? Uno hace lo que puede. Pero el potencial es infinito y ya tenemos el imperativo que a menudo resulta difícil de soportar. Duele como una postura incómoda.
Robar en las grandes superficies, eludir el pago en los transportes públicos, evangelizar -y qué vergüenza- en la oficina, con los cascos de teleoperar a modo de puntero: estas mis aventuritas, ay. Me recuerda a aquello de Debord: “Decir que dos más dos son cuatro está a punto de convertirse en un acto revolucionario”. Y no es esto, no es esto. O no sólo esto.


Todos conocemos o hemos conocido el tormento de pagar con lo que haces por lo que eres. Y así un campo de batalla: tratar de hacer lo que se es, o desde lo que se es, sortear este constante proceso del traicionarnos. Si el único sujeto libre es el sujeto responsable, asumamos, pues, ¡la temible disciplina del espíritu libre! Y cuando hay un plural, cuando hay un nosotros, entonces es, además, Política. Te cito: “Hay que vivir buscando la felicidad propia y haciendo el menor daño posible a los demás”. Y añado: “y el mayor bien posible”. Y esto es Política, me parece, construcción colectiva del tiempo.


De sableadora a sableada (un guiño y toda la gratitud del mundo), Raquel: sólo cuerpos y lenguaje, se nos advierte. Pero sólo cuerpos y lenguaje a menos que haya una verdad. Cuerpos y lenguaje: un encierro, una imposibilidad; y sin embargo la verdad de los afectos, del pensar, de la acción y del acontecimiento. Y sin embargo este amor que nos tenemos, usted y yo y para qué ir más lejos, es esa clase de felicidad que 'debería justificar la existencia misma'.

Raquel Márquez dijo...

Oh... Intentaré redactar una respuesta a la altura. Eso no es pensamiento débil, no lo creo.

De todas formas un "pensamiento fuerte" tampoco soluciona nada... ¿era Godard el de esa frase que me enseñaste que decía más o menos que para ser un intelectual revolucionario lo primero que hay que hacer es dejar de ser un intelectual?

Raquel Márquez dijo...

Lo de la anarquía de Rafa... Sí, pero habría que volver al campo... Déjame pensarlo, igual es lo mejor...

Anónimo dijo...

Vaya, ya ni sé que poner después de la intervención de La Musa que no parezca pura nimiedad...

En fin, bien sabes tu que no me manejo bien entre definiciones filosóficas o políticas, así que te hablo como puedo, je. A vueltas estoy con todo el tema de la culpabilidad y de que la vida se traduzca en dinero y en escalar un status social raro, raro, raro. Sólo pensar en ello me hace volverme loca, hasta el punto de no saber si lo que quiero es lo que se espera de mi o que diablos es. Ahora mismo, me siento como un caballo por el que han apostado millones y que ha llegado el último de la carrera, y el sentimiento de culpa se va fundiendo poco a poco con todo eso que dice Thoreau de intentar ser felices sin perjudicar a los demás. Por una parte, me parece monstruoso que esté tan extendido el pensamiento de que la vida es sacrificio, pero cuando gente se ha sacrificado en cierto sentido por ti, te sientes obligado a entrar en esa espiral y sacrificar tu felicidad por esa gente que sacrificó la suya.

Bueno, me pierdo en un cacao mental y familiar que más bien debería ir a contarle a un psicoanalista. En definitiva, que renunciar a la culpa y el sacrificio porque mi propio esquema mental me dice que ese no es el modo de conseguir tener una vida feliz me produce un horrible conflicto y me es bastante difícil. Todo tiene taaantos matices....

ana dijo...

antes de nada me pongo a los pieses de miriam (!!!) y después haré eso tan feo e impersonal de citar a otra persona para intentar expresarme.

"Déjame que te dé un consejo: la clave para una gran vida está en inventarse primero a uno mismo y recién después a los demás. Ser director y actor protagónico y guionista de tu propia película. La mayoría de las personas lo hacen al revés. Piensan que primero tienen que comprender el mundo. Y se les va el tiempo en eso. Y se mueren sin haber sido nada más que visitantes a un museo cuando podrían haber sido obras de arte."

habla rodrgio fresán (jardines de kensington) y aunque suena un poco chungo y algo pretencioso eso de 'obra de arte' sí creo que perdemos (o al menos yo sí he perdido) mucho tiempo en dudar y en jugar al escondite. al fín y al cabo los grandes cambios en la vida empiezan por pasitos tan pequeñitos como creérselo empezando por uno mismo. la verdad es que, parándoselo a pensar, no debería resultar muy difícil la búsqueda de la felicidad, otra cosa es encontrarla, fín que suele ser menos estimulante.

sigue buscando

:p

Anónimo dijo...

Sólo me atrevo a citar a Ejo Tanaka: "Intelectual, aprende a morir!". (El maestro y las magas, Alejandro Jodororowsky. Blablabla...)

Miriam, un beso fuerte!

Raquel Márquez dijo...

Vamos por partes que la cosa tiene tela...

Creo que a Miriam me puedo permitir darle unos consejos de abuela cebolleta aunque tengo menos de dos años más que ella. ¿Y por qué? Pues por eso que dice de que me quiere, ya ves tú qué locura, decir esas tonterías en público... Así no se convertirá usté nunca en una mujer de provecho... ¡gracias a dios! Que yo también te quiero mucho como la trucha a la otra trucha. Que te quiero.
Pero vamos a las réplicas-consejo:

- Lo que uno puede hacer NO es infinito. No te cargues tanto encima, al menos no mientras tengas esos asuntos básicos pendientes (pregunta: ¿se puede vivir sin asuntos importantísimos pendientes? ¿Eso no sería un poco como estar muerto en vida? Supongo que lo que hay que hacer es olvidar esa especie de agenda existencial, a la mierda con el "tengo que hacer"...)

- Seré sartriana como en muchas otras cosillas y te diré: no pienses tanto en lo que eres, tú no ERES algo más allá de tus acciones y pensamientos de cada día en la oficina o en un centro comercial o en un café: sólo EXISTE (a riesgo de que esta palabrería te suene a e-mail del señor J.), piensa en vivir y no te preocupes por traicionarte; la única autotraición que me aterra es esa sensación estúpida que hemos tenido muchos alguna vez de que no nos merecemos ser felices. Creo que sólo ahí te traicionas. No te traicionas cuando pasas tiempo con alguien que no te apasiona, ni cuando trabajas en algo que no es "para tí", ni cuando eres delicada con alguien a quien no debes sinceridad total... Todo eso no son traiciones, porque tampoco hay un YO-Miriam al que traicionar. Todo eso es la vida, simplemente. La vida es desordenada, antiestética e injusta. Pero está muy bien. Todo esto ya lo sabes, claro...

A todo lo demás que dices (es decir, a todas las generalizaciones que haces) no hay réplica posible que no sea un matiz. Te dedico un ole y poco más. Un olé, mejor: ¡OLÉ!

Contestando a Rafa y también a Miriam, yo no creo en el "conócete a tí mismo". Cada vez menos. Por ahí iba la crítica aquella al autoanálisis que algún anónimo contestó en los comentarios, creo que irónicamente (haciéndome ver, si no me equivoco, que como yo tiendo al autoanálisis soy infeliz y mala persona). Ahora me parece que la respuesta está más en la línea de David-Jodorowsky: pasa de tí mismo y fluye con el Todo. Deja ya de pensar egocéntricamente, y, si no lo consigues escribe un guión a lo Woody Allen o haz algo entretenido con ello, no abrases a los demás en las conversaciones como hemos hecho todos...

Y, aparte de las mil cosas que me dejo, sólo me queda contestar a Elena: no sé con las "generalizaciones", que no sirven de mucho, pero siempre me ha parecido que te explicas muy bien a tí misma. Y no me parece fácil, yo creo que a veces me cuesta ver las cosas más básicas de mí... La culpabilidad y la idea del fracaso... ay, a ver si conseguimos ser más maduros que eso. Yo desde luego estoy lejos de conseguirlo.

Ah, y a Álvaro, que no sé si entra aquí a menudo, quizá le conteste en una entrada propia el comentario de "aludidos" que hizo en El chow de Sartre. Se lo merece, que eso de ser un personaje nombrado sólo de paso y para llevarle la contraria no está a su altura ;-D

Joder, qué bien me lo paso, qué bien.

ana dijo...

raquel no me refería a un manual 'conócete a ti mismo', más bien, a un visto lo visto, lo más sensato es derribar el estatus cultureta y ser y estar normalmente. como en la práctica esto puede resultar embarazoso (más allá de un posible cambio de status tanto social como laboral) sí creo que el campo o los cerros en su defecto, serían el lugar adecuado para fluir dentro del todo. sin darle más la brasa que al posible acompañante/a que pudierar retirarse contigo para ayudarte a trabajar en la sombra.

aplíquese la misma teoría en caso de terminar solo. lo importante es haber visto esa imagen absurda y romperla cuanto antes.

Anónimo dijo...

¡joder! qué nivel, maribel, está dquiriendo esto.
Desde mi triste posición de fugaz lector y aún más fugaz escritor en este blog ahora sólo tengo tiempo de expresar mi total acuerdo con nuestra querida anfitriona en que aquello del "Conócete ati mismo" estuvo muy bien como punto de partida por allá por Delfos y resulta práctico en etapas adolescentes (que no necesariamente han de coincidir con las que pauta la biología o la sicología) pero a día de hoy me interesa poco o nada. En fin un hallazgo en su momento pero, citando al difunto papuchi, superadisisisismo. Vamos, que yo también tuve mi época de paseante solitario por el parque, atusándome el pelo en atormentadísimos ejercicios de introspección pero, con el tiempo y la alopecia, descubrí que todo lo que de interesante encontraba en mi interior, procedía de fuera. Desde aquel día me parece de mucha más enjundia tratar de "Connocer a los otros" que a mi mismo que ya me tengo muy visto.

Y he aquí mi demostración de lo tópico, vulgar y mundano que puedo llegar a ser: Feliz Año Nuevo a todos los intarnautas de buena voluntad !!!(a los otros que les den)

Unknown dijo...

Yo también creo que la intronspección exagerada es una neurosis a partir de cierta edad.
Así que admito ser adulta, y además, feliz, tachán! No sé por qué suena tan aburrido esto.
Pero yo sigo teniendo dilemas a patadas, y quiero volver al de antes ¿es posible no hacer daño a los demás?
Raquel y David, vosotros que sabéis la historia de mis alumnos porreros de 14 y 15 años (uno de ellos asmático) que delante de un proferor se pusieron a ver un myspace con fotos suyas fumando un 8 papeles. Pregunto yo, siendo tutor/a de esos chavales cómo se les hace menos daño: a) no haciendo nada b) comunicándoselo a los padres c) dándoles una charla d) ?
Quiero decir, ¿con buenas intenciones hacemos el bien? ¿no tenía buenas intenciones Hitler para su pueblo? ¿Qué es lo mejor?
En definitiva ¿qué es el bien? y ¿los buenos finales no dependen en gran medida también del azar?
Y para no abandonar completamente el tema político: ¿la política no es la ética llevada al pueblo? Y la ética no debe tener bien claro qué es lo bueno, entonces ¿por dónde andamos?
Que conste que ninguna de estas preguntas son retóricas ni sirven para plantear una argumentación, porque no la tengo. En serio, no sé cómo contestar a ninguna de ellas. Por eso acudo a este "consejo de sabios" (y lo digo sin rintintín, que en mi vida sois lo más inteligente que tengo a mano, bueno, mi chorbo, como ya sabéis, también es un ser superior pero no lo manifiesta mucho hablando de estos temas)

Raquel Márquez dijo...

Jeje, me lo paso tan bien que no os lo creeríais, de verdad. Me encantan los nuevos comentarios, estoy por poner en las entradas sólo preguntas, como las de Laura, y esperar tranquilamente las respuestas...

Lo de Rafa y lo de Mario me parece que no necesita respuesta (si acaso un gracias); además Mario me adula con lo de anfitriona, si no tuviera un blog y tuviera dinero pondría un hotel, jaja...

Lo de Laura da para varios libros que hoy no puedo escribir porque he quedado con Miriam, pero todo se andará ;-) Lo que sí puedo contestar ahora es que para mí la política no es ética, porque sólo concibo la ética como algo individual. Creo que no hay políticas éticas, sólo comportamientos individuales éticos. La política yo la consideraría buena o mala según su utilidad. Por supuesto que la utilidad final es que seamos felices, pero creo que eso depende casi exclusivamente de algunas personas a nuestro alrededor y de nuestra propia fuerza. Lo del sistema político es como el dinero o la comida, nos proporciona una base mínima para la ética pero no nos puede dar algo así como "un entorno ético", porque lo ético, como la verdadera belleza ( ;-P) está en el interior...

Creo que no me he explicado muy allá, pero me esperan en un chino y al parecer invitan...

Anónimo dijo...

De acuerdo en que el concepto "ética" es estrictamente indivudual. Para la cosa colectiva se usa el de "moral" pero servidor quizás obligado por sus circunstancias siempre ha sospechado de cualquier sistema de valores consensuado. Bastante ya me cuesta con justificar el mio como para intentar el acuerdo con terceros. De hecho, me resulta difícil incluso hacerlo con personas afines ,como ustedes que me parecen de lo más razonable y admirable, como para intentarlo con tipos cerriles de esos que, desgraciadamente, nos salen al paso cado día.
Cierto es que la política debería tener como fin último la consecución del bien común. Pero eso, y lamento el cinismo en estas entrañables fechas, queda para los libros. El político se ha convertido en un gestor sometido a demasiados intereses y creo que el emponzoñamiento de la clase política viene a ser poco menos que inevitable. De algo así creo recordar iba "Las Manos Sucias" de Sartre. La solución: adiestrar políticos casi con espíritu castrense, no el de Bono sino el del ejercito espartano. Un imposible. Así que habrá que ir tirando hasta que esto se vaya al garete. Que tampoco sería un gran drama nuestra extinción como especie.
Sobre el tema de los daños colaterales, sólo puedo decir que es una putada pero que, como dice la última de Allen, nos aterra lo ligada al azar de la existencia humana. ¿Por qué dos hermanos educados en la misma norma salen tan distintos? Pues supongo que porque la educación es sólo una de las infinitas variables que computan en la fórmula. Que incluso a uno mismo, un hecho determinado nos puede mover al llanto o a la risa dependiendo del día en que acontezca. Total, que nada hay definitivo y en la felicidad o la desgracia de una vida juegan tantos factores que uno no debería sentirse demasiado responsable de nadie. Si acaso de uno mismo pero a vece pienso que ni eso...

Raquel Márquez dijo...

Firmo prácticamente cada cosa que dices, Mario. Eso de la moral de una comunidad o de una sociedad... Es que no me lo creo, es que cada cual tiene motivos tan fuertes para decidirse y están siempre tan basados en la experiencia personal y en su forma de ser, que no creo que nadie comparta la supuesta "moral social" de un momento histórico, de un lugar, de una "clase social" (y entrecomillo porque tampoco creo en las clases como tales)... He discutido muchas veces contra el argumento de que hay gente "normal", gente "del sistema", "de su clase", etc, y luego estamos Nosotros -porque quien habla, está claro, nunca se siente en el grupo "normal"-, que nos salimos del esquema y pensamos por nosotros mismos y nos hacemos preguntas... Todo el mundo se hace preguntas importantes en algún momento y todos, del más listo al más tonto y del más pobre al más rico, llegamos a ciertas conclusiones que nos permiten seguir tirando, que es a lo que hay que aspirar, porque en eso también estoy de acuerdo contigo. Si alguien aspira a cambiar al mundo y cambia radicalmente su vida para conseguirlo quizá tenga mi admiración pero no creo que yo pudiera seguirle. Para bien o para mal, no puedo seguir a nadie. Admiro a mucha gente, pero como admiro a mis amigos, a personas con problemas, imperfectas. Nunca me identifico con entidades, con organizaciones de ningún tipo. Y menos aún puedo ser yo misma un líder. Siempre intento convencer a la gente de mi punto de vista, pero si alguien me siguiera de verdad intentaría apartarme de él. Nadie tiene que ser responsable de nadie (otra frase que suscribo del todo), bastante mal hace uno en sí mismo cuando se equivoca...

Lo de no sentir pena ninguna por la especie también tiene que ver con todo esto. Yo no he nacido para perpetuar nada ni para salvar algo tan poco consistente como una especie. Intento salvar a gente concreta... y ni eso consigo, por supuesto. Que cada uno decida, no hay otra posibilidad...

Qué nihilista me he levantado hoy, hay que ver... :-D

Anónimo dijo...

Uff! Esto da para mucho, no solo el texto, sino todos los comentarios posteriores. Yo realmente me siento muy pequeño para opinar sobre cuestiones tan elevadas, pero hay tres cosas del texto sobre las que voy a decir algo.

La primera es que como, antiguo ya, estudiante de derecho me siento profundamente descontento con un sistema democrático como el nuestro que ha perdido sus valores y que se rige por valores económicos. Al final cualquier sistema político que lleve 10 años funcionando acaba corropiendose, por lo de siempre, es decir, por la pasta.

La segunda, si Jesucristo murió por nuestros pecados, en fin, yo me lo tomo como una figura retórica, es la super figura del heroe que tanto atrae y que tan bien se vende, pero hay mas gente dispuesta a morir con tal de pasar a la historia, por ejemplo Rambo.

La tercera, opino también que hay que buscar la felicidad propia y que colateralmente con esto se generara felicidad a nuestra gente mas cercana, así que animo con esto.

Para terminar, bravo por Miriam.

Voy a empezar este año cortandome las uñas en serio! Besos!

Raquel Márquez dijo...

Gracias por todos los comentarios. A ver si actualizo ya estos días... ¡Besos a diestro y siniestro!

Anónimo dijo...

Pues sí, estoy de acuerdo. En fin, yo siempre he pretendido ser feliz "a mi manera".

Anónimo dijo...

Pues realmente no he sido capaz de leer el texto completo. Me ocurre que cada vez que sale una pregunta interesante, lo que acontinuación viene es un divagueo pero que nada tiene que ver con la cuestión de donde sale. Como cuando converso con mis amigas, diez, cientos de conversaciones en una, mil discursos paralelos. Yo lo adoro, pero es tan vertiginoso, que pierde practicidad.

De tus cuestiones, solo dos cosas: dignidad y respeto (hacia uno mismo y hacia los demás)

Enhorabuena por tu blog

Raquel Márquez dijo...

Sí, es que en realidad no es muy "práctico" hablar, en ese sentido. Y sí, todo esto es divagar. En cuanto a lo que tiene que ver con otra cosa... es cuestión de cada uno. La experiencia te hace relacionar unas cosas con otras; a veces es útil, como cuando relacionas el agua hirviendo con la sensación de quemarse al meter el dedo porque te acuerdas de haberlo hecho antes, y otras veces sólo es entretenido, como relacionar a Jesucristo con la maruja planchando...