21.12.05


Desobediencia civil, sablazos, crucifixión y planchar la ropa

Acabo de terminar este librito que me regaló Mario. Aunque tenía tres o cuatro regalos más para leer, eran mucho más gordos (menos lo de Carroll, ¡pero tiene fórmulas!)… y además a mí se me gana fácil con un título que incluye “desobediencia”, ya he dicho que tiendo a pensar a la contra…

Con Sexus todavía en la cabeza (“siempre pensando en lo único”, diréis) lo que más me ha interesado de Thoreau es su individualismo y su “egoísmo-bien-entendido”. El otro Henry hablaba con todo detalle en varios libros de su talento para sablear a amigos y conocidos. Ellos la mayoría de las veces aflojaban de buena gana, para sentirse bien consigo mismos o simplemente para recompensar la compañía de alguien que se esforzaba en divertir a todo el mundo a su alrededor (y que solía devolver sus préstamos, no está de más aclararlo).

Esto de sacarle dinero a la gente, que a Elena le hizo desconectar –comprensiblemente, creo yo-, a mí me atrajo más que otras cosas más poéticas o especulativas de Miller. Un conflicto moral siempre te hace aprender algo nuevo… ¿Y no será que es perfectamente ético y razonable pedir dinero y darlo así porque sí? ¿No será que la idea del sableo nos revuelve algo dentro sólo porque tenemos demasiado asumida la moral del trabajo y del sacrificio, la ética de la productividad que tanto le preocupa a Mario? ¿Y si yo consigo con gracia que la gente a la que caigo bien me dé dinero sin trabajar… eso no es un ejercicio de libertad tan precioso como cualquier otro para ambas partes? Si eso nos supone un conflicto quizá es porque nos han dicho que la vida cuesta (dinero), que la vida (= el dinero) exige siempre un trabajo penoso e insatisfactorio, que la vida no es “perder el tiempo” mirando el paisaje o charlando con los amigos sino acumular (experiencias, datos, dinero), competir, ganar (dinero)… Con este clima alrededor, es normal que llamemos egoísta a alguien tan sincero y humilde como para pedirnos que subvencionemos su vida. Y tan simpático como para conseguirlo sin que perdamos la sonrisa.

Y Thoreau, aunque muy diferente a Miller, tiene algo básico en común, ese individualismo, ese egoísmo asumido. Hay afirmaciones en que está especialmente claro:

A mi modo, en silencio, le declaro la guerra al Estado, aunque todavía haré todo el uso de él y le sacaré todo el provecho que pueda, como suele hacerse en estos casos”.

Es decir, no tengo por qué aceptar por entero un sistema que me beneficia sólo en parte. Cojo lo que me interesa y lo demás no sólo lo critico sino que lo desobedezco. Esto es fundamental, pero de nuevo la ética del sacrificio judeo-cristiana (y no acuso a nadie, porque siempre hablo de mí) nos puede hacer torcer el gesto ante una declaración directa como ésta. Todos sacamos provecho, todos nos beneficiamos en algo del sistema. La forma de diferenciarnos sólo puede venir de un heroísmo directo –hacernos violentos si hace falta, o sacrificarnos pero con nuestra vida, nuestra propiedad, nuestro trabajo, no sólo con palabras- o del reconocimiento de los hechos: es cierto, no soy un salvador, sólo soy un charlatán, pero al menos no haré el juego a mis enemigos. En esta segunda postura se planta Thoreau:

Por supuesto, no es un deber del hombre dedicarse a la erradicación del mal, por monstruoso que sea. Puede tener, como le es lícito, otros asuntos entre manos; pero sí es su deber al menos, lavarse las manos de él. Y si no se va a preocupar más de él, que, por lo menos, en la práctica, no le dé su apoyo. Si me entrego a otros fines y consideraciones, antes de dedicarme a ellos, debo, como mínimo, asegurarme de que no estoy pisando a otros hombres. Ante todo, debo permitir que también los demás puedan realizar sus propósitos”.

Mucho mejor explicado que un simple “vive y deja vivir”, que se puede interpretar, como hicieron tantos hippies, como mera tolerancia pasiva, algo opuesto a Thoreau (que no necesariamente a mí). Por esto que dice, se negó durante años a pagar unos impuestos que se destinaban a hacer la guerra y a mantener la esclavitud en su país.

Qué mal se nos da eso en Europa, me refiero a reconocer que nuestra vida no es casi nunca un sacrificio, que, nos guste o no, casi nadie da su vida por los demás, que vivimos pensando en nuestra propia alegría. Porque no queremos, porque no nos acaba de parecer justo vivir con esa carga casi inhumana encima. Porque, como en mi caso, ni siquiera nos parece ético, la mayor parte de las veces, ayudar a los demás a través de la renuncia de uno mismo. Jesucristo quería dar una lección con su muerte, y para mí la peor de las que dio es ésa, la del sacrificio. Yo creo en predicar con el ejemplo, ¿y es que él quería que nos sacrificáramos todos? ¿Es ése el modelo de vida más ético, morir? ¿Ésa es la mejor moral, renunciar al fin de la ética, a la felicidad, y aun a la supervivencia? ¿Para quién se sacrifica uno, qué ganamos los demás? Como decía Patti Smith, Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos. Si te sacrificas, si crees que el fin de tu vida, como creyó Jesús, es erradicar el mal, te estás situando por encima del resto de la humanidad: “para que vosotros comprendáis tengo que morir yo”.

No creo que el propio Jesucristo esperara tras su muerte una santidad parecida a la suya de nosotros, pobres seres a los que Dios tiene que perdonar con infinita paciencia una y otra vez porque “no sabemos lo que hacemos”, porque no somos responsables, somos niños o estúpidos. Lo único que consigue la idea del sacrificio es que nos sintamos culpables... Jesús en la cruz es como una esposa abnegada que grita su infelicidad a los cuatro vientos planchando la ropa de su marido, cuando es libre de sentarse a leer o dar una vuelta o hacer un amigo. Haber huido, hombre, como hizo Henry Miller cuando estalló la guerra. Predicar con el ejemplo, predicar con el ejemplo.

Había destacado muchos párrafos preferidos de Thoreau, pero sería aburridísimo. Dejo ideas para otro día. Hoy me gustaría hablar de una última cosa. Mario, que lleva tiempo dudando de la democracia, me regaló este libro porque está relacionado con cosas que yo he dicho aquí, y llego a una conclusión interesante. En la disyuntiva que planteé entre Verdad y Democracia, si Mario sigue hoy en la órbita de Thoreau, me parece que se queda más bien con la Verdad.

Es cierto que yo creo en una verdad no muy diferente de la de Thoreau, y seguro que muy muy parecida a la de Mario: creo firmemente que hay que vivir buscando la felicidad propia y haciendo el menor daño posible a los demás (con “posible” soy literal, hay daños que me parecen inevitables, pero desde luego no son los derivados de tu puesto de trabajo o de otras cosas elegidas libremente, sino de los sentimientos de los demás hacia ti, por ejemplo. Si alguien sufre porque me quiere o me odia, puedo amortiguar el daño pero difícilmente evitarlo manteniendo mi libertad. En casi todos los demás casos, cada pequeño daño es por entero responsabilidad mía y un pecado, incluso). Pero hasta esta verdad es un acto de fe, no la creo absoluta. Aun pareciéndome casi obvia la someto a "las urnas”, a la mayoría “democrática”, así que yo elijo Democracia, supongo que porque confío en que el 99 por ciento de la gente comparte más o menos esta opinión (aunque no la pongamos siempre en práctica, claro)…

13.12.05

No puedo evitar generalizar cuando me ducho

Sobre todo, recordar las uñas de los pies. Ayer se me olvidó, siempre me pasa. Joder, sí que están largas, menos mal que follo con calcetines, je, je. Se me va a olvidar otra vez. Soy tan despistada… Bueno, los despistes tampoco son importantes, ¿no? Conozco a gente despistada que es muy lista… Definitivamente: los despistados no somos tontos. O no tenemos por qué ser tontos. Todo el mundo es tonto. No, esto no, qué chorrada.

A ver el agua… Mira, atiné a la primera, temperatura perfecta. Qué relax. Vaya palabra fea, “relax”. El castellano se está corrompiendo. O algo así. Además, no estoy nerviosa, así que esto no es una típica “ducha relajante”. Estoy relajada todo el día.

Estoy enamorada. Sí. Qué bonito. ¿Él está enamorado? Conmigo no usa mucho esa palabra, pero se lo dijo a Julia, ella me lo dijo: “Le pregunto: estás muy enamorado, ¿verdad? Y me dice: sí, mucho”. Ahí lo tienes. Estás enamorado hasta el cuello, chaval. Llámalo como quieras. Estamos los dos e-na-mo-ra-dos. Es simétrico, yo de él y él de mí. Así es como tiene que ser. El Amor es eso, esa simetría, dos complementos perfectos, creados el uno para el otro. Pero qué digo, no, el amor se entrega sin más, y yo parece que esté pidiendo algo a cambio. Joder, siempre pidiendo, pero de qué coño voy…

Él sólo da. El lo hace todo bien. Los hombres son más buenos que las mujeres… no, no más buenos, pero más directos, más sinceros… bueno, no todos, pero él sí. Él es Perfecto. Al menos es perfecto para mí en todo. Es lo que yo necesito... Ya estoy siendo egocéntrica otra vez.

Un poco más de acondicionador. El otro día quedó encrespado y es porque puse poco. Hala, no tanto… Bueno, mejor arrepentirse de haber hecho algo que de no haberlo hecho. Ja, ja, si hay un contexto en que eso carece de todo sentido es éste. ¿”contexto”? A ver si dejo de leer filosofía postmoderna, ni en la ducha paro, ja, ja… Mira con Amanda ayer acompañándome a casa. Le digo: “no puedo evitar generalizar cuando me ducho”. Se carcajea y me dice: “quiero hacer una película en la que salgas tú diciendo eso”. Viniendo de ella es una preciosidad de frase. Ahora me voy a acordar de eso cada dos por tres cuando me duche. Ya ayer cuando me lo dijo sabía que iba a estar pensando esto ahora. La vida es un Eterno Retorno.

Comprar toallas nuevas, ésta rasca cada vez más... Qué bien conocer a Amanda. Está claro que tenía que suceder, me la tenía que encontrar en la vida. No, eso sí que no, el Destino no existe. O en cualquier caso, no existe aún, aún no es. Y cuando exista dejará de ser Destino, será simple presente, como todo. Nada está escrito.

Coño, me he puesto los zapatos y no me he cortado las uñas. Pues ya paso, mañana será otro día. Estoy tonta, joder.

11.12.05


Al principio, pensaba simplemente en poneros esta página, mi favorita de los Cuentos de la Estrella Legumbre. Para mí el arte es esto, una imagen, o unas palabras, o las dos cosas, que te sacuden, dándote la sensación, posiblemente ficticia pero tan importante en la vida, de ser otra persona a partir de ese mismo momento. Me ha vuelto tantísimas veces a la cabeza ese teatrillo de pesadilla que se parece tanto al mundo real… Cuando leo algunas de las cosas de Olivares me parece que está hablando de mí y de gente que conozco… Yo creo que es porque de alguna forma está hablando de él y de gente que conoce, y eso acaba siendo en todos los autores que me emocionan lo mismo que describir la “naturaleza humana”. Capta tan al vuelo esas pequeñas grandes verdades que sentimos todos en algún momento…

Esta página me provoca el mismo efecto que los pasajes clave de El lobo estepario. Cuando lo leí, y también con Demian, pensé que era increíble que alguien hubiera hablado tan fielmente de mí, que sin conocerme se hubiera referido tan directamente a mí. Luego, hablé del libro con tres, cuatro personas, y habían sentido lo mismo… Al principio hay que confesar que fastidia. Nos gusta pensar que nuestro sufrimiento es único, que formamos parte de esa antiélite marcada por el signo de Caín… Soy tan inteligente, tan autocrítico, tan especial, que esa es la explicación de mi dolor. Pero no, el dolor es tan estúpido como el placer y la alegría. Y como parece que dice Javier Olivares, el daño que nos hace nuestra cobardía es una de las causas, o quizá la única causa universal, del Mal. Al final, ver que no eres la única es una satisfacción: puedes abandonarte sin miedo a la admiración absoluta de ese autor que ha sido capaz de explicarse tan sinceramente que ha englobado a toda la humanidad en su primera persona sin apenas darse cuenta…


Todo eso fue al principio. Luego he visto esta otra página y he tenido que ponerla también. Me he acordado, ya gráficamente, sin símbolos ni filosofía ni nada de nada, de Elena, Abel, Miriam, David P., LuisDoe y El Pico, todos riéndose con ganas y comiendo patatas fritas a las dos de la mañana (que rima con Juana Banana), y eso es algo que hay que homenajear. Así que ahí tenéis. Se la dedico especialmente a El Pico, al esdrújulo Pico de Oro, jaja… Con mensajes así al móvil puedes justificar tu ausencia en cualquier evento. Que me muero y pasas del funeral, redactas un mensaje de ésos y lo pones ahí en la tumba cuando pases por casualidad. Me estaré riendo hasta la siguiente reencarnación por lo menos…

2.12.05


Por qué no me gusta Match Point

Hoy abro solemnemente la sección de cine de El ser es con mi opinión de la última de Woody Allen, un tío que me debe de imitar bastante porque la gente nos compara a menudo... De hecho, por la calle he tenido más de un problema: cuando llevo el pelo corto, me gritan cosas como "pederasta" y "sucio ateo". Me lo merezco por gafapasta (coño, si rima con pederasta...) y por Pequeño Tommy, que para eso lo de Tommy me viene de un chiste que salía en Manhattan...

Que me disperso. No me gusta Match Point por muchos motivos. Lo primero y fundamental son los personajes. Cada uno está definido en pocos rasgos, por no decir uno solo: hay una chica sexy, algo mujer fatal pero sin enjundia, otra chica dulce, una madre rica manipuladora, un padre rico manipulador, y así cada personaje, que son pocos. La pobre Johansson creo que se perjudica con este papel, bastante se había limitado ya a hacer de bombón. Yo creo que hay grandes películas con secundarios simples -no es que esté mal de por sí que un personaje sea sexy y poco más-, pero para mí no hay grandes películas con protagonistas simples. Incluso si supliera eso con una trama o unos hallazgos formales sorprendentes, que no me parece el caso aunque haya un par de giros de guión muy ingeniosos, no me parecería una gran película.

Yo voy al cine o a emocionarme o a divertirme o las dos cosas. Y ésta no me emociona porque no me importa lo que les pase a los personajes y no me divierte porque las situaciones y los diálogos por momentos me parecen hasta malos (lo del primer encuentro entre el prota y la sexy es que no tiene desperdicio: de hecho, creo que la cosa chirría cada una de las veces que se encuentran). Con deciros que hasta me pareció predecible en general (no en el desenlace, claro), cosa que nunca me ha pasado con Woody Allen a pesar de sus muchas constantes reconocibles...

El conjunto me resulta artificial, frío... creo que es a propósito para hacer algo diferente, pero me quedo con cualquier otra de las películas que he visto suyas, cualquiera. Porque a mí lo que me encanta de él es que se le vea el cartón, que ponga sus problemas, su visión particular de las relaciones, sus gustos... Creo que se ha divertido intentando que no se reconozca su estilo, y esa es otra razón por la que no me gusta Match Point: Es una película chula para después de comer, pero comparada con cualquier otra de Woody Allen... que me devuelvan Delitos y faltas o hasta Bananas (como "obra cinematográfica" será irregular, pero ese humor sólo lo puede hacer él, mientras que una peli interesante y correcta como Match Point la podía haber hecho cualquier buen director).