10.7.07

Incensadas. "No adules a tu bienhechor", dijo Buda. Repítase esta frase en una iglesia cristiana: inmediatamente quedará el aire purificado de todo lo que hay en ella de cristiano.

Esto (otra vez Nietzsche) me ha llegado especialmente, porque llevaba unos días dándole vueltas a ese tema: adular a un bienhechor no es un regalo para el bienhechor. En el mejor de los casos no supone nada para él; en el peor, es una forma rápida de relativizar sus buenas acciones para con nosotros y, si es un amigo, incluso de despreciar nuestra amistad mutua. Analicemos: cuando alguien hace algo bueno por nosotros, ¿qué pretendemos al adularle? ¿"Compensar" sus buenos hechos sólo con palabras? Si intentamos esto, vamos mal, y, cuanto más nos esforcemos en las palabras, peor, porque en ningún esquema ético un "muchísimas-gracias-cuánto-aprecio-esto-de-verdad" puede compararse a una buena acción, por sencilla que sea.

De hecho, cuanto más adulamos, más valor le quitamos a aquello que se supone que estamos agradeciendo, porque estamos dando por supuesto que la otra persona no actúa espontáneamente. Si interpretáramos espontaneidad responderíamos de forma más simple, disfrutando lo que nos ha dado, compartiendo con él la alegría que nos ha dado. Si en lugar de eso nos deshacemos en elogios y agradecimientos verbales quizá es porque nosotros en su lugar no actuaríamos como él, o lo haríamos sólo a cambio de adulación.

Esta falsa compensación se emprende con tristeza, porque intentamos saldar una deuda, creemos estar en deuda, en falta, en pecado. Y experimentamos deuda porque en ese momento consideramos a la otra persona un juez en lugar de un amigo. O aún peor: nos sentimos en deuda porque no podemos separar nuestra idea de la otra persona de nuestra idea de lo que obtenemos de ella, es decir, consideramos al otro como un medio, y adulándole queremos librarnos del "problema" (porque entender la individualidad y la voluntad de otro es problemático, requiere un esfuerzo), queremos mantenerle en su papel de instrumento. Tú me has hecho un favor y ya te lo he agradecido, he obtenido algo y he "pagado" por ello. Si un bienhechor nos hace sentir así, es mejor tener la menor relación posible con él en el futuro, porque cada vez que le veamos reviviremos la desagradable sensación de deuda, máxime sabiendo (porque siempre se sabe) que nada hemos saldado al adularle.

22 comentarios:

Miguel B. Núñez dijo...

No añado nada a tu fenomenal texto, chatina. El tema de la adulación tiene sus aristas, porque siempre parece que se está hablando de no otorgar un mínimo de valor a los demás si no les adulamos. Claro que esto tiene mucho que ver con nuestra educación basada en la recompensa y no en el altruismo. Sentirse en deuda también es una especie de poliedro de interpretaciones.

Jo, me acaban de dar una fecha de entrega y tengo que ponerme las pilas si queremos irnos de vacdaciones. Otro día vuelvo con este tema!!

Me piro a por patatas!!!

Anónimo dijo...

Solo quería saber si seguía hoy con la misma sensación que tuve ayer. Pues si, lo vuelvo a leer bien y oui. Y mira, a lo mejor no tiene nada que ver con lo que tu has querido decir, y por eso me he cortado en comentar, pero me la pela, ya que he pasado otra noche en vela (y ´quem rima sem saber é amado sem querer´, toma!´)
Pues las únicas dos palabras que se me vinieron a la cabeza fueron ´ego y ´obligación. Así juntas, hand in hand.
Porque, cuando alguien hace algo bueno por nosotros, no es tan solo una cuestión de agradecimiento? Gracias, gracias por te acordares de mi, gracias por lo que hiciste. No puede que sea tan simple cómo eso? Si sale de dentro ´au naturel´ (hay que leerlo con accento americano - ou nétiurél), pues se puede retribuir de otra forma también pero... eso de adular me parece tan.. pesado. Adular. Esta palabra me parece tan sumamente exagerada y poco real que solo me acordé (eso porque ahora i´m living family businesses) de los tipicos rollos de ´si la X te da, regala algo, o si se acuerda de ti para Y, pues HAY que retribuirle el favor, hay que darle algo a cambio´. Ese HAY tan de obligación, pues quita todo lo bonito que puede haber en el dar y recibir. Lo transforma en una regla, el Ego no se quiere quedar a trás y se obliga a una acción compensatória, you know? Entonces si, estoy totalmente de acuerdo contigo. Parece que algo que nos fue dado, se transforma en una deuda, algo que hay que saldar, poner en ´equilibrio, pagar´.
Lo más simples es compartir la alegria del dar y del recibir, no?

Sigo pensando, carai, ´adular´ me parece una palabra fuera deste mundo.

Ah y bom dia que en Lisboa son las 7 de la mañana.

El hecho de que esto pueda parecer confuso se debe a mis noches de exciting vela.


(y los caracoles, os gustan?)

Elena Duque dijo...

Adular no, pero decir cosas bonitas siempre está bien. Hay que decir cosas bonitas a la gente, así en general, sobre todo si son verdad.

mario dijo...

Soy de la opinión de que no hay nada más egoista que la generosidad.

De otro lado está muy bien el texto: me ha hecho entender por qué me hace sentir tan incómodo cuando alguien se deshace en elogios o agradecimientos: ¡Está robando el valor de nuestras dadivosas acciones!

Patrice dijo...

Pues sí... pero es verdad que está bien decir cosas bellas, a todos nos gusta, quizá es que hay que medirse más, hay gente que ese pasa mucho y ahí es cuando empieza la incomodidad del uno y el egoísmo del otro.

un beso, Raquel!

Anónimo dijo...

¡Ay!

Raquel Márquez dijo...

Sí, ay, pero ¿qué hay? :-D

Raquel Márquez dijo...

Ah, entiéndase que adular a tu bienhechor no es dar las gracias efusivamente porque te salga de dentro (aunque, si te pasas la vida dando las gracias con insistencia, posiblemente algo de este vicio adulador-deudor tienes, lo digo porque como siempre estoy hablando de mí...) Adular es decirle a alguien que está muy guapo justo el día que te sientes agradecido porque ha hecho algo por ti, por ejemplo. En este contexto, aunque no sea exactamente "adular", yo incluiría por ejemplo exagerar el agradecimiento que sientes de cara a alguien, si lo haces porque quieres hacerte merecedor del favor que te han hecho, o porque quieres que te hagan más favores en el futuro... Eso ya no es comunicar agradecimiento, es otra cosa.

Las cosas bonitas sinceras hay que decirlas, por supuesto, hay que decirlas cuanto más mejor. Es igual que "hijo de puta", que hay que decirlo más, pero eso es otro tema, ¿habéis visto la Hora Chanante?

Unknown dijo...

Me encanta el texto y el tema y por eso te voy a dar la brasa:
La pragmática llama "actos de habla" a estas acciones que sólo pueden crearse con lenguaje, como agradecer, pedir, insultar etc... y clasifica estos en beneficiosos, indiferentes, conflictivos o perjudiciales (más o menos) para las relaciones sociales. Básicamente el lenguaje "polite" sirve para compensar o agradecer el esfuerzo que le exigimos a nuestro interlocutor cuando le pedimos algo, o cuando nos lo da.
Pero claro, el grado de perjuicio o favor no sólo depende del acto también de las personas y sobre todo de las relaciones entre las personas. O sea que si tienes mucha confianza con alguien no tienes porque agradecerle tanto las generosidades, cosa lógica, mira lo poco que le agradecemos a las madres.
Eso sobre el lenguaje.
Pero a mí me da que lo que los excesivamente generosos pueden querer muchas veces, es como tú dices, endeudarnos, especialemente con otro tipo de actos semejantes, no creo que quieran oír agradecimientos sino poseernos de alguna forma, como nos han regalado tanto, nos han dado tanto, tienen como un bono para después poder pedir... ay, cómo me suena esto. En fin, esto ya son cosas mías.
Corto y cierro, genial el texto, repito, menos mal que no hay límite de espacio en los comentarios...

Miguel B. Núñez dijo...

que misterio Laura....

al tajo... la confianza da asco, que se dice, jejeje, osea... que a veces sí pasa que quien cree tener mucha confianza (para algunas cosas) nunca es capaz de ser agradecido o de al menos, demostrarlo. Pero adular tiene que ver con la exageración, creo yo. Es como cuando estamos dos personas ante una puerta y se da esa extravagante escena de: tú primero, no no, tú, no tú primero, que tú caray... etc...

Raquel Márquez dijo...

Vais a ver, vuestras parrafadas no me asustan, jaja:

Sí, los actos de habla... Yo me tragué varias asignaturas (algunas interesantes y otras mu chungas) de Lenguaje, Teoría de la Información y la Comunicación, Semiótica, etc, en la universidad, así que me contaron algo de lo que apuntas, aunque curiosamente en este texto creía no haber hablado casi nada de lenguaje, con lo que soy yo con el temita... Justo pretendía quitarle valor e incluso ver el lado directamente inmoral que pueden tener esos actos "de boquilla".

Yo quería hablar, más que de la generosidad del que da, que en este caso daba por supuesta, de la mezquindad del que recibe adulando, de por qué adulamos a nuestros bienhechores y de por qué con ello no les premiamos.

Yo creo que cuanto más íntima es la amistad menos se adula y más se agradece. Cuanto más amigos, cuanta más confianza, más cosas bonitas dices, pero no para algo, simplemente las dices porque te apetece decirlas. Pase andar utilizando fórmulas útiles cuando alguien te permite salir en el autobús, pero hacerlo en momentos importantes con quien realmente es un bienhechor en nuestra vida me parece triste. El lenguaje educado es una estrategia, y en las relaciones humanas creo que las estrategias pueden ser atajos a falta de algo mejor, pero no el camino principal, por decirlo de alguna manera. Vamos, que el lenguaje educado no debería ser importante en las relaciones profundas, que no se empiezan, ni avanzan ni acaban por cuestiones de educación.

Me interesa mucho esa sensación desagradable de deuda que a veces nos creamos cuando alguien hace algo muy bueno por nosotros. Si eso pasa sólo es porque tenemos complejos que casan bien con el cristianismo, que por cierto es de lo único que habla realmente Nietzsche en esta cita, lo de relacionarlo con la amistad a saber si tendría algún sentido para él...

Y no había contestado a Claudia porque básicamente dice de otra manera lo que yo quería decir: cuando nos creamos esa deuda ella consigue quitar todo lo bonito que puede haber en el dar y recibir, lo transforma en una REGLA. El amor (y la amistad) y las reglas no molan así juntos. Así que break the rules, coño.

Patrice dijo...

Qué tía, dos de carisma! Me dispongo a ponerme la armadura de acero radiactivo para enfrentarme al duro jueves!

Un beso!

Stan Mochales dijo...

Santo alabado, santo acabado.

Y no pienso dejar ni una pequeña adulación para ti, oh, tú, pedazo de escritora, llena de carisma, gracia, simpatía y una buena dosis sentido del humor.

Je, je.

David dijo...

A dular a su casa, oiga!

Anónimo dijo...

Es que el cristianismo abunda en actos gratuitos de tal forma que cuando hay uno importante, se olvida, se automatiza o se pierde.

Un acto gratuito es adular a Dios todo el rato (¿recuerdas "el sentido de la vida"?); otros son pedir perdón, sentirte culpable, etc etc... vivir como una plañidera, vamos!

Sobre la adulación y los piropos decía ese filósofo/entrenador de fútbol que es Valdano que uno está indefenso ante ellos: no puedes rechazarlos porque parece que quieres ser adulado dos veces ni aceptarlos porque quedas como un vanidoso.

un abrazo! ;)

José Luis PocasP.

Raquel Márquez dijo...

Jejeje, justo esa escena del Sentido de la Vida es lo que me vino a la cabeza primero al leer lo de Nietzsche, "Oh, Dios, tú que eres tan grande, tan increíble, tan absolutamente guay, perdónanos por ser tan abyectos, tan inferiores..." Jajaja, de mis partes preferidas! Y ya me conoces, es mucho decir!


Un besazo!

Anónimo dijo...

Jeje, John Cleese tiene otra frase grande: "aquí abajo estamos todos muy impresionados, puedo asegurártelo"

un beso!

-José Luis

cq dijo...

Es de buen nacido ser agradecío.
Yo alguna vez que otra he hecho un favor bonico y, por supuesto, desinteresado pero a pesar de ello he echado de menos un agradecimiento. Claro que estoy pensando en algo muy concreto...

La adulación me parece incómoda en cualquier dirección y sólo adularía a alguien que me conociese mucho e interpretase bien mi forma de ser y adular.A mí que me adule un "desconocido" me da gana de estornudarle en la cara.

Decirle cosas buenas o bonicas a la gente es algo estupendo. No veo por qué si un día me cruzo contigo y te veo guapa o me gustan tus zapatos no tengo que decírtelo. Creo que debo decírtelo. Así sonreimos todos más y estamos más guapos.

Raquel Márquez dijo...

Ole a todo, bellezón :-D

No hay huevos Blog dijo...

Gracias por tu post y me alegro de que te haga gracia el chiste del salón.
Pues si la gente es tan maja, nosotros seguiremos publicando por aquí.
No sé si Internet será el futuro o no, pero desde luego que facilita algunas cosas.

Un abrazo.

Antonio Fábregas dijo...

Y esta es, en efecto, la razón por la que siempre le prohíbo a mis amigos que me den las gracias por nada. Cuando das las gracias estás cerrando un contrato, estás diciendo algo así como "oye, que me quiero olvidar ya de lo que has hecho por mí", "te voy a responder con algo estereotipado porque quiero estereotipar esto, porque así, tan personal, me pesa mucho". ¿Y si en vez de dar las gracias se hiciera un carnet cívico por puntos, que cada vez que alguien te dé las gracias te sumen un punto y cada vez que tengas que darlas a alguien te resten uno? Yo creo que así nos callaríamos todos... Imagínate que en la Biblia, los leprosos le dijeran a Cristo: ¡Gracias!, y corrieran raudos a practicar el frenético fornicio que su enfermedad hacía desaconsejable hasta entonces. Seguro que hubiera quedado deslucido en el nuevo testamento y habría pasado a los apócrifos...

Raquel Márquez dijo...

Jeje, sí, carnet de civismo ya, habría que llevarlo en la cartera junto con la cartilla de las películas españolas obligatorias de la que hablabas en tu blog...

Mi leproso favorito es el de La vida de Brian, por cierto, que llevaba 24 horas sin citar nada de Monty Python y me notaba como rara.