6.1.06

Pedante lo serás tú

Si la vida no tiene sentido, entonces el lenguaje no significa nada concreto. Las palabras no pueden ser unívocas, tienen que ser necesariamente ambiguas.

Este nuevo argumento relativista, que podía haber aprendido leyendo a filósofos ya clásicos a los que no he leído, me lo han tenido que enseñar a hostias. Porque yo, ya lo he dejado caer, llego a mis conclusiones filosóficas negando siempre mi primer instinto (otra cosa en la que soy platónica, y van…); a mí lo que me gusta es sentir algo y luego darme cuenta de que ni eso me limita, analizarlo y cuestionarlo hasta que lo destruyo a base de dialéctica bruta… aunque ahí siga en el fondo. En este caso lo que me pierde, lo que me fascina, es ese “lo que es, es” que parece estar sobreentendido en el lenguaje y en la lógica. Ahí soy desesperadamente absolutista, al menos en el primer impulso. Así que ahí me tenéis cometiendo una terrible falta de educación: corregir a otro en su personal uso del lenguaje en mitad de una conversación sobre un tema que no tenía nada que ver con el idioma… El otro, comprensiblemente, se enfada por la interrupción. Estamos hablando de un amigo de él al que yo apenas conozco y le ha llamado pedante de la forma más cariñosa que os podáis imaginar. Y ahí entra el monstruo-absolutista-raqueliano-yo-entiendo-de-esto y centra el tema en la palabra “pedante”, porque, todo el mundo lo sabe –¡viene en el diccionario, por el amor de Dios!—, es despectiva.

Siempre que me pasa esto, en cuanto lo pienso un poco, veo que es una discusión estéril, y que además de maleducado es incoherente por mi parte hacer esas cosas. Porque mi miniteoría transitoria del lenguaje hoy por hoy es que es una herramienta cuya fiabilidad está basada únicamente en la estadística, en la opinión de los que la usan, como toda verdad. Así que es imperdonable obligar a nadie a que su verdad como hablante se adapte a la Verdad Verdaderamente Objetiva del diccionario, por más María Moliner que sea. La validez de lo que se dice depende del contexto, como ya dijo aquí Laura, y los que estábamos en aquella conversación entendimos perfectamente a qué se refería el que dijo “pedante”. La conclusión es que utilizó el lenguaje de una forma correcta, y además personal, lo que hace su forma de hablar mucho más hermosa.

Un día posterior volvimos a hablar de ello y eso ya fue más filosofía y menos pataleta. El gran Otro me mostró mi error, y lo hizo como suele sin necesidad de descender al orden racional de mi cabeza cuadriculada. Lo que entendí, reducido a torpe lenguaje, es que cuando yo discuto sobre generalizaciones en gran parte juego con las palabras, y lo hago porque es divertido, porque disfruto, no porque quiera llegar a la verdad. La verdad como tal, y en eso coincidimos los dos, no existe, así que las palabras no son vehículos de algo inequívoco, no nos traen conocimiento de algo trascendente. Son meras expresiones de sensaciones momentáneas. No podemos construir nada real partiendo sólo de lenguaje.

La vida no es para generalizar, igual que no es para ir al fútbol, ni para ser catedrático, ni para… nada. No estamos aquí para algo. Estamos aquí y punto. Y punto.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues precisamente, cuanto mas lingüista eres más te das cuenta de que las palabras son como contendores, como trozos de plastilina, algo muy raro. El año qu estuve en filología y di lingüistica, de tanto significante y significado las palabras terminaban por ser algo abstracto y casi ajeno. Y es inabarcable intentar pensar o imaginar que todo esto con los que nos comunicamos, en el fondo no es nada!

Pedantilla! jajaja

Raquel Márquez dijo...

O como dice Miriam, ¡pedantuela! jeje...

Anónimo dijo...

yo me permito una definición de Umbral. Con permiso:
"Porque la palabra es el alma tangible de lo nombrado". Y creo que acertó.
Feliz 2006, etc.

Anónimo dijo...

El lenguaje es un consenso como otro cualquiera. Tan absurdo y arbitrario como necesario.
Es lo que tiene esto de practicar la inteligencia racional que nos ha tocado: que un día nuestros antecesores se dieron cuenta de que habitaban una nada sin referentes y había que organizarse para sacar la mayor tajada. Desde luego que no hay ninguna ley cósmica que justifique ese consenso pero mucho peor sería haber intentado desenvolvernos en un mundo de Humpty Dumptys dónde cada cual diera a las palabras el significado que quisiese.

Anónimo dijo...

Un mundo a lo Humpty Dumpty!!!!...¡me encanta la idea!... al fin y al cabo, este mundo es muy absurdo cuando quiere.

Las palabras nos sirven para comunicarnos, pero también para marcar nuestros desencuentros. De ahí mi relativismo.

Anónimo dijo...

creía ver un elefante,
un elefante que tocaba el piano;
mirando mejor, vio que era
una carta de su esposa.
de esta vida, finalmente, dijo,
siento la amargura...
creía ver un albatros
revoloteando en torno a la lámpara;
mirando mejor, vio que era
un sello de diez céntimos.
debería volver a casa, dijo,
las noches son muy húmedas...
creía ver un silogismo
demostrando que él era Papa;
mirando mejor, vio que era
un pedazo de jabón
¡dios mío, dijo, un hecho tan funesto
consume toda esperanza!

Raquel Márquez dijo...

Eh, bonita cita, también aparece en El juego de la lógica y también me encanta... ¡¡Vuelve por aquí, Divina!! Jaja...