2.1.07

No puedo dormir y tengo que levantarme para ir a trabajar en menos de cuatro horas. Lo más divertido de todo -y ahora mismo tengo en la cabeza muchas cosas divertidas- es que no puedo evitar pensar que este principio sobre el insomnio es literariamente interesante.

Hace media hora, antes de intentar dormir, estaba leyendo La conquista de la felicidad, de nuevo Bertrand Russell, y ahí ha empezado todo. Me sucede con muy pocos textos, pero cuando pasa es intensísimo, como con la última entrada sobre Henry Miller y sobre el relato de Borges (sobre Borges estoy decidiendo que sólo en algunos momentos me parece genial, pero igualmente vale la pena). Me refiero a la sensación continuada durante toda la lectura de que todo está relacionado con todo, de que estoy hablando con el autor, en vez de sólo contemplar ciertos restos de él, y de que la escritura y la vida pueden ser lo mismo. Sí, me repito, pero eso no hace más que darme la razón.

Dice tantas cosas que me despiertan y me ayudan que transcribiría páginas enteras... pero de nuevo me estoy escudando en la autoridad de otro en vez de arriesgarme a arrancar, porque no era esto de lo que iba yo a hablaros. [Sí os diré que he pensado que los libros de autoayuda no existen, "autoayuda" y "manual" me parecen palabras incompatibles. Esto es un libro de ayuda, a secas: el que ayuda es él, el autor, y cómo se lo agradezco. Un libro de consejos para la vida es lo más loable que se puede concebir, y los que recelan de la idea general de este tipo de ayuda no son necesariamente los que tienen esperanza de construir su felicidad sin manuales, sino más bien los que prefieren creer que la felicidad no existe o que si existe no se puede hacer nada racional por lograrla.]

La idea era hablaros de mis propósitos de Año Nuevo, aunque preferiría que el asunto fuera menos ritual que eso y llamarlo decisiones de Año Nuevo. Sencillas decisiones que parecen tomadas desde siempre y que por algún oscuro motivo no he llevado a la práctica antes (los caminos del vicio son inexcrutables). Más que explicaros cuáles son esos propósitos -me aterra entrar en detalle porque tengo comprobado que me es más difícil hacer las cosas una vez que las he reconocido públicamente como metas (el vicio, el vicio)- quería compartir con vosotros que no puedo dormir porque tengo demasiadas cosas buenas por hacer en mente. Es la mejor opción de insomnio que hay.

También ocurre que me he tomado un café a las seis de la tarde, y si soy tan blanda como para desvelarme así no por eso voy a arrepentirme de haberlo pedido (el grado de horror y complicación de mis perífrasis verbales es directamente proporcional al tiempo que llevo conteniendo las ganas de escribir...) Repetimos: no me arrepiento, porque ese "café del Virrey" que he pedido en el café Ruiz llevaba nata, canela, chocolate y un barquillo, y me ha sabido a felicidad. Y es que soy feliz a pesar de que mañana (ahora son tres horas las que faltan) me levanto para ir a trabajar después de unas vacaciones de diez días tirando a poco aprovechados por culpa de la ansiedad de hacer, por culpa
de no desear, del miedo a no hacer, de desear estar nerviosa para así actuar, y de más vicios asociados como rascarme la piel o tocarme el pelo. Al final, el nombre de todo eso es aburrimiento. Dice Bertrand Russell que "nos aburrimos menos que nuestros antepasados, pero tenemos más miedo de aburrirnos". Una persona que vive con miedo a aburrirse -y creo que es un mal muy extendido en mi vida- nunca se divierte del todo, sólo experimenta algo parecido a la diversión cuando se intoxica (en terminología de Russell) con actividades de huida, de distracción.

Quería hablaros también del retorno de Saturno (cuando la astrología dice lo mismo que la psicología o la filosofía a ver por qué no emplear su lenguaje, que es más original), que se produce aproximadamente a los 27 años, pero me doy cuenta de que no tengo datos suficientes, C. me lo tiene que explicar mejor. Podemos ir al mismo café que la otra vez, que es el mismo en el que he estado hoy con A. Uff.

Sí os contaré un propósito que no tengo miedo de incumplir: me voy a matricular en un taller de escritura y me hace tanta ilusión que eso tiene que significar algo.

10 comentarios:

Miguel B. Núñez dijo...

Todos los libros, películas, música, tebeos que nos parecen buenos son de ayuda en la vida.

Pero lo mejor... es el amor!!

Elena Duque dijo...

Pues si! Yo reconozco que en la mayoria de los casos lo que uno busca en las cosas que consume (tipo libros, musica) son respuestas o inspiración para tener respuestas. Me he quedado con ganas de saber más propósitos! jijiji. Pero no hay que decirlos, a mi tampoco me gusta porque me da la impresión de que se me gafan. Y lo del taller es genial! Más que porque te vayan a enseniar a escribir (cosa que ya sabes hacer, y muy bien), porque seguro que te ayudan en ese inmenso paso de poner las cosas en práctica y dejarlas salir. Ou yeah. Por cierto, feliz anio! (este teclado no tiene esa letra castiza que le hace falta ala felicitación)

Unknown dijo...

Este texto me hará compañía durante mi insomnio de mañana por la noche.

mario dijo...

Lo primero, la alegría de que este blog salga de su letargo.

Lo segundo, que me resulta muy familiar esa sensación de querer abarcar tantas cosas que no puedes esperar a que transcurran las horas de sueño. Ese removerse inquieto en las sábanas anticipando el disfrute y terminar saliendo de la cama antes de volverte loco. Menos que no fumas porque yo más de una noche la he pasado pitillo tras pitllo anticipando el comienzo de un viaje, una nueva etapa o lo que yo creía era una buena etapa.

Lo tercero: Es cierto que La Conquista de la Felicidad es probablemente el libro menos sistemático de Russell pero es uno de los más útiles. Yo lo leí en unas circunstancias inolvidables: trabajaba un verano de portero en una finca de apartamentos cerca de la calle Orense y en general eran el domicilio de prostitutas que ejercían por la zona, con lo que se pasaban la noche entrando y saliendo. No había portero automático y se veian obligados a contratar a alguien para vigilar el edificio. Mi trabajo consistia en sentarme a leer y dar las buenas noches. Aquel verano leí lo indecible y entre otros, este libro que ventilé en una sola noche. Aquel verano coincidió con una época de fuertes cambios vitales y me vinieron muy bien sus consejos.

Lo cuarto: ¡Que siempre es un placer encontrarse con vosotros!

Anónimo dijo...

Qué bien que hayas vuelto, qué placer (otra vez) leerte, y qué envidia me has dado con el taller de escritura... Yo también quiero actividades extraescolares!
Besos!

Anónimo dijo...

Seguro que el café estaba riquísimo, pero el Café de Ruiz, ¿no es muy caro? A mí me cobraron en el año 99 950 pesetas por un cortado y un chupito de aguardiente.
¡Ah! El texto me ha gustado mucho. Ten cuidado de no contaminarte en el taller de escritura, que las carga el diablo.

Raquel Márquez dijo...

Es caro, sí, pero coño, es que venden felicidad :-P

Aún estoy dudando lo del taller, de hecho depende un poco de ahora mismo, porque voy a intentar escribir justo ahora el ejercicio que han propuesto para la clase que viene... Sí que da un poco de miedo ese intento de sistematizar la escritura... pero igual no te referías a eso.

Qué bien que pases por aquí, gracias por tus comentarios.

mario dijo...

Lo de los talleres de escritura, igual que la masonería y las sesiones de espiritismo, son temas que siempre me han inspirado repelús pero también una enorme curiosidad. Y mira que me mandan los de Fuentetaja puntual información sobre los suyos. Siempre estoy tentado a responder pero al final no me atrevo.

Acepto la propuesta de juerga y de paso me desvelas los secretos que se desvelan dentro de esos cursos. ¡A ver si me dan pronto la condicional!¡Libertad obrera PERO YA!

Anónimo dijo...

Gracias por pasarte por el blog... ¿Has vuelto a ir al taller de literatura? Cuánta curiosidad por dios... besos!!!

Raquel Márquez dijo...

Se acabó el taller de escritura, al menos el de relatos cortos... Próximamente crónica morbosa de algo aún más freak: ¡taller de monólogos de humor!