25.1.06



Jejeje... Al más puro estilo fotolós le dedico esta cosilla al cumpleañero de hoy. Gracias al Churro por su inestimable ayuda con el Photoshop (y a las señoras del locutorio, que sigo sin internet). Felicidades, señor A., te aloviamos cantidubi dubi dubi, cantidubi dubi dá. ¡O más!

14.1.06

Cumpleaños cetáceo ;-D

Elena la Ballena
explora los océanos
graciosa cual sirena

Moderna y salerosa
esquiva los corales
y sale siempre airosa

Entiende de belleza
(disfruta con las formas:
¡se queda de una pieza!)
Mas no anda despistada
y busca apasionada
(rompiendo algunas normas)
detrás de la corteza

Cualquier banco de peces
vistoso, colorido
en gris se difumina
de lo que desmerece
si Elena ha aparecido

Su sombra les fulmina
Los come con patatas
(su imagen femenina
asusta a las beatas)


No haya contemplaciones
Ni renos ni perritos
¡Rechace imitaciones
que no valen la pena!
Como animal favorito
Elena, la ballena

Jajajaja...

10.1.06

Por un mundo de Humpty Dumpties ya

Jaja... Os copio directamente dos trocitos de Al otro lado del espejo que vienen citados en el prólogo de El juego de la lógica y que me encantaron. Alicia está hablando con el Caballero Blanco. Sigue teniendo que ver con la ambigüedad del lenguaje y con mi fascinación por el “lo que es, es y lo que no es, no es”:

" Permítame -dijo el Caballero con tono de ansiedad- que le cante una canción.
- ¿Es muy larga? -preguntó Alicia, que había tenido un día poéticamente muy cargado.
- Es larga -dijo el Caballero-, pero es muy, muy hermosa. Todo el que me la oye cantar, o bien prorrumpe en llanto, o bien...
- ¿O bien qué? -dijo Alicia al ver que el Caballero se había callado de repente.
- O bien no prorrumpe".

Y explica el prologuista, que es Alfredo Deaño: "He aquí una aplicación inexorable del principio lógico de tercio excluso". O sea, que algo, o tiene un atributo, o no lo tiene. Si mentalmente escindimos una clase de seres-humanos-llorando-en-el-mundo en un momento dado, todo el maldito resto de personas que haya en el planeta Tierra en ese instante serán con toda seguridad los seres humanos que no están llorando, y por tanto se podrá hablar de ellos como la clase opuesta a la primera, la clase seres-humanos-que-no-están-llorando-en-el-mundo. Así de simple, así de infalible y estúpido. En los sentimientos, en el mundo animal que también habitamos (en realidad el único que habitamos, me guste o no), se puede estar medio llorando, se puede estar en ese momento crucial en que se está empezando a sollozar pero no se ha prorrumpido en llanto (¿o “prorroto”…? Qué horrrror); se puede incluso estar en un estado intermedio extrañísimo entre la risa y las lágrimas… pero no en lógica. No en lógica. En cierto sentido parece que para ser puramente lógico las cosas sólo pueden ser blancas o negras. Y así creo que funciona también nuestra cabeza cuando argumentamos, siempre por oposición y eliminación. Sin el tercio excluso tendríamos que rendirnos y reconocer eso de que estamos aquí para nada, de que “no somos nadie”. Porque cómo aclararnos, cómo crearnos un sentido, cómo contarnos una historia de nuestra vida sin síes y noes, sin blancos y negros absolutos…

Os invito a todos a la Primera Jornada de Humpty Dumpties. Ahí tendrá que haber más reglas aún que en mi cumpleaños, porque no se podrá razonar, no se podrá analizar, clasificar ni dividir o multiplicar. Todos dialogando como besugos sin intentar decir nada. Sería divertidísimo…
O neurótico: así es como califica Deaño el mundo de ficción de Carroll, me temo que con más razón que un santo. Y es que fijaos la de normas limitadoras que necesitaría tamaña búsqueda de la libertad. Siempre la paradoja: el mundo fantástico de Carroll también es lógico. La lógica parece una cárcel y Carroll un pobre preso que se vuelve loco. Mirad el otro trozo que cita Deaño:

“ El nombre de la canción se llama “Haddocks` Eyes”.
- Así que ése es el nombre de la canción, ¿no? –preguntó Alicia, que comenzaba a sentirse interesada.
- No, veo que no me entiende. Así es como se llama el nombre. El nombre en realidad es “The Aged Aged Man”.
- Entonces lo que tendría que haber dicho –dijo Alicia corrigiéndose- es que así es como se llama la canción, ¿no?
- ¡No! ¡Es algo totalmente distinto! La canción se llama “Ways and Means”: pero eso es sólo lo que se le llama.
- Bien. Entonces, ¿cuál es la canción? –preguntó Alicia, que a estas alturas se hallaba ya sumida en completa perplejidad.
- A eso iba –dijo el Caballero-. En realidad la canción es “A-sitting On a Gate”.

Es tan lógico que es como para volverse majareta. Pero no os dejéis engañar. En la última intervención el Caballero Blanco ha dado el paso prohibido en lógica que damos todos. De repente no habla del lenguaje, habla de la Realidad, de lo que Es, de lo que objetivamente Es la canción. Ha saltado a la metafísica. A la religión, vaya. ¿Será posible…?

No es sólo posible, ¡es inevitable!

6.1.06

Pedante lo serás tú

Si la vida no tiene sentido, entonces el lenguaje no significa nada concreto. Las palabras no pueden ser unívocas, tienen que ser necesariamente ambiguas.

Este nuevo argumento relativista, que podía haber aprendido leyendo a filósofos ya clásicos a los que no he leído, me lo han tenido que enseñar a hostias. Porque yo, ya lo he dejado caer, llego a mis conclusiones filosóficas negando siempre mi primer instinto (otra cosa en la que soy platónica, y van…); a mí lo que me gusta es sentir algo y luego darme cuenta de que ni eso me limita, analizarlo y cuestionarlo hasta que lo destruyo a base de dialéctica bruta… aunque ahí siga en el fondo. En este caso lo que me pierde, lo que me fascina, es ese “lo que es, es” que parece estar sobreentendido en el lenguaje y en la lógica. Ahí soy desesperadamente absolutista, al menos en el primer impulso. Así que ahí me tenéis cometiendo una terrible falta de educación: corregir a otro en su personal uso del lenguaje en mitad de una conversación sobre un tema que no tenía nada que ver con el idioma… El otro, comprensiblemente, se enfada por la interrupción. Estamos hablando de un amigo de él al que yo apenas conozco y le ha llamado pedante de la forma más cariñosa que os podáis imaginar. Y ahí entra el monstruo-absolutista-raqueliano-yo-entiendo-de-esto y centra el tema en la palabra “pedante”, porque, todo el mundo lo sabe –¡viene en el diccionario, por el amor de Dios!—, es despectiva.

Siempre que me pasa esto, en cuanto lo pienso un poco, veo que es una discusión estéril, y que además de maleducado es incoherente por mi parte hacer esas cosas. Porque mi miniteoría transitoria del lenguaje hoy por hoy es que es una herramienta cuya fiabilidad está basada únicamente en la estadística, en la opinión de los que la usan, como toda verdad. Así que es imperdonable obligar a nadie a que su verdad como hablante se adapte a la Verdad Verdaderamente Objetiva del diccionario, por más María Moliner que sea. La validez de lo que se dice depende del contexto, como ya dijo aquí Laura, y los que estábamos en aquella conversación entendimos perfectamente a qué se refería el que dijo “pedante”. La conclusión es que utilizó el lenguaje de una forma correcta, y además personal, lo que hace su forma de hablar mucho más hermosa.

Un día posterior volvimos a hablar de ello y eso ya fue más filosofía y menos pataleta. El gran Otro me mostró mi error, y lo hizo como suele sin necesidad de descender al orden racional de mi cabeza cuadriculada. Lo que entendí, reducido a torpe lenguaje, es que cuando yo discuto sobre generalizaciones en gran parte juego con las palabras, y lo hago porque es divertido, porque disfruto, no porque quiera llegar a la verdad. La verdad como tal, y en eso coincidimos los dos, no existe, así que las palabras no son vehículos de algo inequívoco, no nos traen conocimiento de algo trascendente. Son meras expresiones de sensaciones momentáneas. No podemos construir nada real partiendo sólo de lenguaje.

La vida no es para generalizar, igual que no es para ir al fútbol, ni para ser catedrático, ni para… nada. No estamos aquí para algo. Estamos aquí y punto. Y punto.