7.10.08

Borrón y perder la cuenta, eso es lo que hay que hacer, nada de cuentas nuevas. Nada de "perdono pero no olvido", y desde luego nada de "vale pero te la guardo". Si guardas algo entonces es que no vale, que nada ha valido para nada.

La cosa se complica aún más cuando no hay nada que perdonar y aun así uno está guardando, cogiendo nadas sucias por la calle y metiéndolas en casa, en un armario, para juntarlas y llamarlas "algo" y hasta "pecado" y tenerlas ahí, bien a mano. Siempre pueden servir para lanzarlas contra el enemigo. Que puede ser cualquiera: tú, ellos o yo.


¿Para qué he aprendido a hacer eso? Desaprenderlo, en todo caso. Desaprenderlo ya. Desarmarme unilateralmente. Tirar de una vez la basura.

25.7.08

INT.DÍA. SAN BERNARDINO. SALÓN.
(MIGUEL, RAQUEL, Presentadora noticias-OFF)

MIGUEL y RAQUEL, en el sofá, comen algo mientras ven la televisión.

PRESENTADORA NOTICIAS OFF (ÉNFASIS EN
LA GRAVEDAD DE LA SITUACIÓN)
Las calles del municipio de Nigrán,
Pontevedra, amanecen hoy con más de
400 toneladas de basura en el décimo
día de huelga de los servicios de
limpieza. Los vecinos dicen que el
olor es insoportable. Las ratas y
los insectos...

MIGUEL
¡... dicen que no!

RAQUEL sufre un ataque de risa que le hace atragantarse, pero no quiere echar la comida, está demasiado rica.

Durante todo el día le asaltará la tronchante imagen de una rata con corbata hablando muy seria al micrófono en una rueda de prensa.

18.5.08

Jo, quién necesita citar a literatos con Nobel cuando tienes un amigo como José Luis... Os copio directamente de su blog:

Papeles sueltos
Me llamo Sir Rufus Arlington.

Soy explorador de África. Tengo tierras en las verdes praderas irlandesas, cruzadas por ríos cálidos de norte a sur y de este a oeste. Tengo mansiones grandes como montañas tanto en la campiña, donde beben de los dulces aires del Forth, como cerca de Buckingham. Cocheros me llevan a todo correr a tomar el té con Su Majestad la Reina por un par de botones que les entrego en vez de una libra. Recuerdo un criado, canijo y pecoso al que, protestando él por la birria de propina, le aplaudí la cara con donosura y severidad gentil, o sea, con los guantes puestos. Luego le pegué un tiro en la cabeza.

Una espada con alhajas empedradas remata mi cintura y mi cinturón de cien mil piastras, que arrebaté a un turco cetrino y llorón en un mercado maloliente. A veces me siento cansado, confieso, de tanta mezquindad, y pregunto a Dios por qué me ha puesto la pesada carga de amonestar a los infieles y malvados de corazón.

Deshigadora llamo yo a mi reluciente compañera, de la que no me separo ni en el lecho. Deshigadora por ser ése mi ataque favorito, la extracción de higadillos y entrañas de los pobres diablos que se interponen entre el Reino de Inglaterra y las obras de arte extranjeras que legítimamente le pertenecen.

Soy un cristiano esforzado, un compañero inagotable en fiestas y un amante fogoso y tierno. Pesa, sin embargo, en mi conciencia la pérdida de Juliette, mi lucero del alba, mi mayor guía y apoyo en este Valle de lágrimas. En mis noches insomnes me pregunto si todo hubiera sido distinto de no haber visitado a aquella tribu caníbal en el corazón del Congo durante una época de atroz sequía y hambrunas, de no haberla dejado al cuidado de sus buenas gentes para yo seguir el curso de un río lejano. Me devolvieron un peroné roído y la hebilla de su cinturón, que, consternado pero diligente, envié en un paquete a su familia en Londres.


Si queréis más: http://maese-alb.livejournal.com/

16.5.08

Raqueladas I Tanto tiempo pensando que tenía poca autoestima y lo que pasa es que tengo un amor propio tan grande que es facilísimo herirlo. Poca autoestima y mucho amor propio. ¿Suena contradictorio, no? Pues preparaos para las próximas cien o ciento cincuenta raqueladas que vienen.

13.5.08

Estoy leyendo un libro de Knut Hamsun, un autor que llevaba tiempo queriendo conocer porque Henry Miller habla de él con mucha emoción en alguna parte, ya no recuerdo dónde... El libro de Hamsun se llama Trilogía del Vagabundo, y son tres novelas sobre el mismo personaje, un hombre instruido ya maduro que tuvo una posición desahogada en el pasado y que, tras un desengaño amoroso del que no se nos dan detalles, decidió vivir como un vagabundo. Esto de vagabundear, en Noruega y a finales del siglo XIX, no es necesariamente mendigar en la ciudad: lo que hace el vagabundo de Hamsun -que parece un personaje bastante autobiográfico- es ir por los bosques de granja en granja buscando cobijo y trabajo: arar la tierra, pintar casas, construir canalizaciones de agua... Y mientras tanto, se enamora "platónicamente" un par de veces -quizá alguna más, porque me queda la última historia- y se atormenta tratando de ser un perfecto servidor de sus amos sin dejar de ser él mismo.

Creo que si hasta hoy nunca había encontrado nada de él muy a la vista en las estanterías se debe a que fue un nazi convencido y se llegó a entrevistar con Hitler. Según la Wikipedia, "hoy día no hay en Noruega una sola calle o plaza con su nombre", y eso que le dieron el Nobel y que escritores como Thomas Mann o Maxim Gorki "lo homenajearon como a un maestro".

Lo que supongo que le interesó tanto a Henry Miller -aparte de una clara picardía sexual que aquí se resuelve con elipsis sutiles... ¡lástima!- es el individualismo brutal del personaje, que ha decidido por principio renunciar a casi todo. Sin necesidad de que el personaje teorice casi en ningún momento, todo el libro me parece una reflexión sobre la libertad y el trato con los demás muy interesante.

Al final de la segunda historia de la trilogía, Un vagabundo toca con sordina, el tono cambia por completo durante unas páginas y sí hace una reflexión general, tan general que si la hubiera leído hace siete u ocho años me hubiera resultado quizá demasiado simple. Ahora me suena a sabiduría de la buena, y también a muchas cosas que hemos hablado Miguel, Mario, Laura, David, Clàudia... en blogs y en persona. Hay momentos un poco crípticos, porque más que un solo argumento bien trabado son oleadas de intuición y de experiencia:

Un vagabundo toca con sordina cuando llega al medio siglo.

Entonces toca con sordina. Podría expresar este pensamiento de la manera siguiente: "Cuando se llega demasiado tarde en otoño al bosque en que crecen los frutos... ¡bueno!, se ha llegado demasiado tarde. Y si un día uno se halla en disposición de mostrarse satisfecho y de reventar de alegría ante la vida, no se lo censuréis. Por otra parte, está fuera de duda que se necesita cierto grado de inanidad cerebral para vivir en una satisfacción permanente de sí mismo y de todo. Pero todo el mundo ha tenido buenos momentos. El condenado a quien, sentado en la carreta que le lleva al patíbulo, molesta un clavo en el asiento, cambia de sitio y se encuentra mejor. Es absurdo que un capitán ruegue a Dios que le perdone... como él ha perdonado a Dios. Es pura majaradería. Un vagabundo no encuentra todos los días alimento y bebida, trajes, zapatos, techo y lumbre preparados para sus necesidades, y si le falta esa esplendidez, experimenta un sufrimiento exactamente igual a la privación. Si una cosa no marcha, otra se arregla. Pero si la otra tampoco se arregla, no se trata de perdonar a Dios, sino de aceptar la responsabilidad. Hay que arrimar el hombro al golpe de la desgracia; mejor dicho, el hombro ha de inclinarse a este golpe. Produce algún dolor en la carne y en la sangre, y encanece el cabello; pero un vagabundo no deja de dar las gracias a Dios por una vida que, después de todo, fue muy alegre".

He aquí como quisiera expresar este pensamiento. En realidad, ¿para qué tantas exigencias? ¿Qué se gana con ello? ¿Todas las cajas de bombones que un glotón puede desear? ¡Bueno! Pero ¿no habéis visto el mundo cada día y oído el murmullo del bosque? Daba su aroma el jazmín con un bosquecillo de lilas, y alguien que yo conozco se estremecía de placer, no sólo por el aroma del jazmín, sino por cualquier cosa; una ventana iluminada, un recuerdo, un pormenor de la vida. Pero cuando le apartaron del bosquecillo de lilas, ya se había cobrado por anticipado el precio de aquel disgusto.

Y así es: sólo el favor de recibir la vida paga por adelantado todas las miserias de la vida, todas y cada una. No hay razón para creer que uno tiene derecho a recibir más bombones que aquellos que recibe. Un vagabundo se aleja de toda superstición. ¿Qué es lo que pertenece a la vida? Todo. Pero ¿qué es realmente tuyo? ¿La celebridad es tuya? Dinos por qué. No debe uno aferrarse a lo suyo: es demasiado cómico, y un vagabundo se ríe de aquello que es demasiado cómico. Recuerdo a cierto individuo que no podía renunciar a lo suyo: puso leña en la chimenea a mediodía y no consiguió hacerla arder hasta la noche. Y no pudo decidirse a alejarse del calor para ir a acostarse, sino que continuó allí, empeñado en sacarle utilidad, hasta la hora en que los demás empezaron a levantarse. Era un autor noruego, un autor de obras teatrales.

He vagabundeado mucho en otro tiempo, y ahora me siento imbécil y desilusionado. Pero no tengo la perversa creencia senil de ser más sabio que antes. Y además, espero que nunca sabré nada. Es un signo de decrepitud. Cuando le doy gracias a Dios por la vida, no se las doy por la mayor madurez que haya alcanzado con la edad, sino porque siempre tuve la alegría de vivir. La edad no da madurez alguna; la edad no trae más que la vejez.

28.4.08

Cuánto comentario
(Como he escrito la Biblia en verso, contesto a Laura aquí en una entrada nueva. El comentario de ella al que respondo está en la entrada anterior)

Laura, lo menos que podías hacer era llevarme la contraria, porque puse justo dos ejemplos de los que hemos debatido y que dejan clarísimo que tenemos una visión muy diferente del tema. Sé que no vamos a llegar a una conclusión, pero creo que será divertido intentar explicarme más...

  • ”¿No es mucho más inmoral el eterno personaje de Woody Allen egomaníaco, infiel, con ínfulas de genio y depresivo que Larry David que simplemente carece de habilidades sociales?”
    No, para mí es más inmoral Larry David (su personaje), porque me da la sensación de que el humor que hace sobre sus defectos pretende justificarlos, y no analizarlos. No quiere ponerse en un tela de juicio y evolucionar a partir de ahí, lo que quiere es que la gente le acepte exactamente tal y como es. Y si no le aceptan, el problema no es de él, es de ellos. Que se aguanten. Woody Allen no queda como alguien perfecto en sus películas, pero para mí la ética no es ser perfecto, sino preguntarse “¿voy por buen camino?”, relativizar el propio ego y verlo en relación con los demás. Eso sí lo hace el personaje de Woody Allen, e incluso frecuentemente el resto de personajes le dan una lección y le hacen ver que está metiendo la pata. Cuando esto pasa, no se trata de una moraleja, sino de puro realismo: está claro que, en la vida, cuando uno actúa de forma egoísta se arriesga a que los que están muy cerca se sientan heridos y se rebelen.
    En cambio Larry David (el personaje, insisto) es lo contrario; no se relativiza, a mi modo de ver se justifica. No se plantea si hace bien o mal, si puede hacer las cosas mejor la siguiente vez, sino que él parte de que nació así y se adora a sí mismo tal y como es, inocente de todo, buena persona de nacimiento. El personaje se inmuniza contra la crítica, o eso intenta, cuando deja claro algo así: “Así soy yo, un simpático caradura que no sabe tratar con la gente, y si estás conmigo eso es lo que tendrás”. Eso para mí es el máximo de la egomanía y de la vaguería, porque en ese plan nunca tendrá motivos para mover un dedo y mejorar algo importante en su vida.
    Como no reflexiona sobre sus actos de una forma ética, no es que sea exactamente malo, sino que es como un animal, o como un niño grande, el mundo le ha hecho así. Para él sus actos son necesarios, ¡como los de un dios! “Y si alguien sufre ¿qué le vamos a hacer? Es inevitable, porque así soy yo, ¿no es gracioso?” Eso es lo que yo no puedo aguantar. Nadie tiene habilidades sociales (como ningún otro tipo de habilidad) sólo porque nace con ellas. Hay que desarrollarlas si es que te importa relacionarte con los demás de una forma más o menos justa, si es que te importan los demás.

  • Ser fiel a su mujer.
    Interesantísimo tema. Ser fiel puede ser el fruto de una reflexión ética muy respetable, pero no siempre. Que alguien sea fiel no le hace ya de por sí buena persona, en eso estoy segura que estamos de acuerdo. Si la otra persona quiere que seas fiel y a ti no te cuesta dominarte, simplemente actúas según lo que es más conveniente para ti. Si te cuesta dominarte y sin embargo lo haces, puede ser -no digo que siempre sea así, yo en líneas generales creo en la fidelidad- por un acuerdo más o menos explícito: a ti te gustaría que tu pareja no lo hiciera y te dominas para merecer que tu pareja no te haga daño en contraprestación. Eso no me parece inmoral en absoluto, pero tampoco te da “puntos de moralidad”.
    El personaje de Woody Allen cuando es infiel es porque está muy interesado en alguien que no es su pareja, no porque caiga ante el primer capricho. Se enamora, o cree enamorarse, y sigue sintiendo amor por su pareja. Ahí está el conflicto, y él nunca sale moralmente limpio de él, pero sí cambiado, habiendo aprendido algo. Larry David no es infiel, pero tampoco es muy sincero con su mujer, y en un capítulo en que ella se enfada con él, él, en vez de hablar, intenta solucionarlo regalándole una joya. Parecen respetarse lo mínimo para convivir, pero ¿amor? No sé, creo que la serie ni toca el tema.

  • “Es bueno con sus amigos (hasta plantearse donarle a uno un riñón)”
    ¿Eso te parece destacable? A mí casi no me parece ni bondad, me parece lo normal si es que estamos hablando de amistad. Yo, aunque no haya pensado nunca seriamente en ello, parto de la base de que mis amigos íntimos se lo plantearían por mí, igual que yo por ellos. Si un amigo se va a morir, y puedes salvarle con un riñón tuyo... Joder, si ni siquiera te planteas donárselo, entonces no es que no seas un amigo perfecto, es que quizá lo que tienes es sólo compañía o entretenimiento... Lo que es yo ¡no lo pienso llamar amistad!
  • “Cree que su situación económica y éxito televisivo son fruto simplemente del azar y que cualquier día se perderá”.
    Eso a mí tampoco me parece bueno. De hecho me parece otra negación de la ética. Si pienso que he triunfado por algo lógico, eso me lleva a relativizarme, a pensar en mí en relación a los demás, ¿qué ven en mí? Pero es menos problemático, más cómodo, despreciar al público. Por si acaso se meten conmigo, o por si me abandonan. Es mejor despreciarles por principio, así no me afectará. No sea que su opinión me haga plantearme mi forma de ser, o mi forma de enfocar mi trabajo. Ahora triunfo, sí, pero si fracaso pensaré no que quizá hay algo que puedo mejorar, sino que no tienen ni idea, así que mejor decir desde ya que tampoco tienen ni idea cuando me encumbran. Así quedo por encima de su opinión.
    La verdad es que nunca debo sentirme mal, porque no soy el único que apesta... Todo apesta, todo es casual, no hay justicia. Y para qué me voy a empeñar en ser buena persona si no hay justicia, si se premia a cualquier mierda, si mi triunfo es casualidad. Pues hala, a seguir como hasta ahora...

    Yo, Raquel, si triunfo (y triunfar puede ser ser buen carpintero, o buena profesora, como tú, no sólo ser famoso) espero que sea porque me lo merezco. Y espero saber mantenerlo y hacerme digna de ello, y no simplemente esperar a que continúe o a que se me acabe, con los brazos cruzados.
  • “Está lleno de buenísimas intenciones”.
    Ahí simplemente no sé de lo que hablas, necesitaría ejemplos, porque en los capítulos que he visto sus intenciones son cosas del día a día que no tienen nada que ver con la bondad ni con la maldad. Comprar cosas, pertenecer a clubs, salir del paso cuando alguien te pide algo que tú no quieres dar... Todo va de intentar conseguir cosas sin crearse obligaciones.
  • “Para mí es absolutamente entrañable,joer, soy yo!!”
    Coincido contigo en que lo que me recuerda a mí me parece entrañable (igual somos un poco egocéntricas en eso, fíjate). En temas de autopercepción es en lo que menos te puedo hacer cambiar de idea, pero vamos, ten claro que para mí no eres así ni de lejos, igual que me decías tú a mí en relación a Henry Miller, por ejemplo.
  • “Un humor que desentraña todas esas horribles casualidades inocentes que te dejan quedar como un hijoputa, o un racista, o un machista... ante la sociedad cuando tú sólo querías ir a por pan”.
    No me creo que te haya pasado eso, pero si fuera así, igual no sería casualidad, ¿no? Si la gente te ve de una manera, me parece el mínimo respeto hacia ellos plantearte si no tendrán parte de razón. Cuando la gente me ha dicho que tengo una visión demasiado moral del mundo (¡a la vista está!) o que soy quejica, “rebelde sin causa”, exagerada, insegura, o cualquier otra cosa, yo no he pensado que todo sean casualidades inocentes. Si fuera así no estaría escribiendo esto porque para mí sería un tema muerto e innecesario. Yo confío en entender a la gente y que me entiendan.
  • “ Alguien insoportable, el típico plasta que cae mal y que además no hay manera de que se dé cuenta, pero se le quiere”.
    No he conocido a nadie tan carente de cosas positivas. He conocido malas personas que tenían sentido del humor, plastas que luego podían ser tiernos con la debilidad ajena... Pero cuando en alguien me ha pesado más lo malo en la balanza no le he podido ni le he querido querer.

    Para mí los afectos no funcionan de forma tan diferente en la realidad de la ficción. Tú misma dices que “la ficción nos obliga a aceptar, a divertirnos y a querer al personaje plasta que en la vida real no soportamos. Lo reconozco, yo no respeto tanto a mi jefe como al de The Office”. Entonces, ¿cómo va a ser moral la serie, si no te ha mostrado nada que te sirva para mejorar en la vida real? Lo que yo interpreto es que la serie pretende precisamente reproducir la vida real de forma que no te apetezca cambiarla, sino aceptarla y encontrarle la gracia que no le encuentras en el día a día. Vamos, que la serie te ayuda a seguir despreciando a la gente a la que desprecias, y todos los personajes están contigo en despreciar al claramente despreciable. Que luego se sientan condescendientes y le aprecien es catártico pero no corrector, sino todo lo contrario. Es tranquilizador, justifica la injusticia. Porque que plastas y anormales así sean jefes no sólo no es muy común, sino que cuando pasa es injusto y evitable.

Uf, pero todo esto es sólo mi interpretación, ¡claro! ¿Qué decías de Pajares?

25.4.08

Cuánto humor...

Escribiendo a Francisca, mi "abuela adoptiva", he confirmado una vez más que tengo una pequeña "teoría moral" del humor. Quizá debería intentar desembarazarme de ella igual que de las moralizaciones sobre el amor de las que hablaba el otro día, pero el caso es que la tengo firmemente instalada en la cabeza.

Más que una teoría es un axioma (indemostrable e irreductible): el humor "bueno" no es reírse del dolor del débil, a no ser que el débil sea uno mismo o que el tono, en el caso de la ficción, no sea muy realista. 

Sé que hay mucha gente a la que le parece lo normal, incluso la pura esencia del humor, reírse de los demás. Gente que en cuestiones de risa se permite ser un poco hijo de puta (ese insulto tan machista y tan español). Pero a mí (y creo que a todos nos pasa) no me hace gracia cualquier burla, y algunas me dejan muy mal cuerpo, sobre todo cuando vienen de alguien preparado para acusarte de no tener sentido del humor en cuanto pones una pega moral a sus chistes.


Yo, como todos, he sido la perdedora o la débil en miles de situaciones, igual que he sido la ganadora o la fuerte en otras tantas, y ni sé ni quiero ahorrarme el dolor de la empatía con la parte perdedora, que siempre parece más cercana. Un personaje de ficción que es sistemáticamente humillado o uno del que no se puede admirar nada (por ejemplo el jefe de The Office, o Larry David en Curve your enthusiasm...) o me parece demasiado alejado de mi vida o me parece directamente trágico y lamentable, de todo menos gracioso.

Creo que casi todos los teóricos del humor están de acuerdo -y me lo creo al cien por cien- en que la comedia es verdad y dolor. Y además, particularmente a mí lo que más me hace reír es el humor que acomete lo más doloroso, peligroso o sagrado de mi vida (la muerte, el sinsentido, la vergüenza, la cabezonería, el error...), que habla del dolor más real... pero desde la ficción. Si la ficción se ríe del dolor en un tono demasiado realista o sobrio, se me convierte en drama, y en el tipo de drama del que menos disfruto, porque no es catarsis ni comprensión, sino distancia, un lavarse las manos ante el dolor, una rendición, un echar la culpa a la vida o al mundo de que el ser humano sufre. Y no, el ser humano sufre porque no aprende o porque algo es injusto, no porque "la vida es así".

Me gusta cuando un autor se ríe de sí mismo o de un personaje con mucho de sí mismo, como Woody Allen en casi cualquiera de sus películas. Ahí me río a gusto porque puedo solidarizarme, no se trata de hacer leña del árbol caído sino de resurgir con él. El autor se convierte en centro de la burla, pero yo no me río de él. Al contrario, me río admirándole, para mí se hace fuerte y se convierte en un ganador. Eso tiñe toda la obra -el libro, la película o lo que sea- y hace que me pueda reír también de los demás personajes.

También me encanta, y me parece aún más meritorio, reírse de alguien con ternura. La ternura es lo más parecido al amor en ficción. En este caso creo que también suele pasar que aquél de quien te ríes se está riendo de sí mismo o bien se parece en algo a ti, con lo que tú como espectador te ríes de ti otra vez, y no de él. El ejemplo más claro que se me ocurre es Chaplin en Tiempos Modernos.

También puedo reírme de alguien cruelmente porque es "el enemigo", porque estamos haciendo una crítica. Ese humor ya entra de lleno en la moral, y sólo nos hará gracia si creemos que la persona o la idea parodiada merece que se rían de ella. Es un humor menos universal pero que funciona conmigo cuando se ríen de lo que yo critico, ¡claro! No creo que a los nazis les hiciera gracia El gran dictador. Además, la crítica sólo me hace gracia si lo que se ridiculiza es algo que me creo con derecho a criticar. Es más gracioso que Hitler se crea el amo del mundo que que sea bajito, porque de eso no tenía él la culpa.

Y todo lo que no tiene un tono realista, todo lo que es muy exagerado y absurdo, puede hacerme gracia aunque pueda parecer cruel. Me refiero a cuando es difícil identificar al débil, cuando se trata de generalizaciones universales, o simplemente de personajes y situaciones tan desquiciados que es imposible hacer elecciones morales, ni juicios... Y aquí están mis preferidos universales, los Monty Python.

10.4.08

Pensaba que por una vez no iba a hablar de Miguel...

Leyendo hace un rato este texto en la novela Dientes blancos, de Zadie Smith, que me regaló Israel (¡gracias otra vez!), me ha llamado la atención esto:

Ocurre una cosa muy curiosa en este mundo de ahora: En los tocadores de las discotecas se oye a chicas que dicen: "Sí, me folló y me plantó. No me quería. Era incapaz. Estaba muy jodido para saber querer". Bueno, ¿qué es lo que nos ha pasado? ¿Qué es lo que tiene este poco adorable siglo para hacernos pensar que, a pesar de todo, somos adorables como personas, como especie? ¿Qué nos hace pensar que, si alguien no puede querernos, es porque está discapacitado en cierta manera? (...) Las tarjetas de felicitación nos dicen rutinariamente que todo el mundo merece amor. No. Todo el mundo merece agua limpia. Pero no todo el mundo merece amor continuamente.

Me pregunto: ¿Hay gente que no merece amor? O incluso, ¿será verdad que nadie merece amor "continuamente"? No estoy pensando en psicópatas o en gente que manifiesta su crueldad todos los días. Me refiero a si tendrá sentido la idea de "merecer amor". Al principio me he sentido muy identificada con este párrafo, he pensado "Ya era hora de que alguien lo dijera, el amor hay que ganárselo".

Pero luego me he dado cuenta de que lo que en realidad creo está muy alejado de eso. Lo que yo creo es que el amor no es moral, ni maldita falta que hace. Bueno, eso es lo que creo, aunque muy a menudo me despisto y me pongo a moralizar con el amor... Creo que el amor no es una cuestión moral porque creo que nunca es cuestión de merecerlo o no, que nunca es útil para nadie preguntarse si tal persona lo merece de tal otra. Sólo hay que darlo a cuanta más gente mejor, así de simple.

Y como el amor no es moral, tampoco puede ser altruista. Y por el mismo motivo, y esto me interesa más, ni de coña el amor puede ser egoísta. Estoy harta de oírlo y cuanto más lo pienso menos sentido le veo. No podemos enorgullecernos ni tampoco sentirnos culpables cuando estamos queriendo.

Y en la vida los juicios morales sobre los demás están ahí, son útiles, hay que hacerlos, hay que comunicarlos, incluso hay que disfrutarlos si uno se enorgullece de ser una persona juiciosa (porque juicio no es sólo "crítica", también "buen juicio, criterio"), pero no tienen nada que ver con el amor. Cuando mezclamos el merecimiento con el amor yo creo que es porque estamos centrándonos en el amado, cuando en el amor lo importante es el amante... Disfrutar siendo amado está bien, pero disfrutar amando es mejor todavía. No digo moralmente mejor, claro, sino mejor a secas, más experiencia, más vida.

Cuando sí hay que preguntarse si unos nos merecemos cosas de otros, es cuando entramos a hacer sacrificios, concesiones, compromisos... Eso son riesgos que rodean muy de cerca al amor, pero nunca hay que confundirlos con él. Sí, los he llamado riesgos, porque no me creo que sean cargas que trae siempre consigo el amor. Son sólo eso, riesgos a evitar, cosas negativas que se pueden superar. Vamos, que el verdadero amor yo creo que no precisa sacrificios, concesiones ni compromisos. ¿Heavy, eh? ¡Pues lo creo de verdad! Antes no lo entendía en absoluto. Siempre que oía ideas parecidas me sonaban bien, pero en el fondo creía que eran una idealización como Utopía o la Paz Perpetua... Lo creía tan profundamente que no me daba cuenta. Y ahora no sólo lo entiendo, sino que vivo dentro. Y se lo debo a una sola persona.

Eso Miguel me lo ha dado para siempre. Pase lo que pase en nuestra vida de aquí en adelante. ¡A ver si yo te puedo dar algo comparable a eso!

Por favor, déjame, cambia de idea respecto a mí, hazme daño las veces que haga falta... pero nunca, nunca te vayas "donde no puedo seguirte" porque desde que me hablaste de esa frase, cada vez que pienso en ello me dan ganas de llorar.