10.3.07

Los sufrimientos de la joven Werther
o cómo acabar de una vez por todas con las románticas alemanas

10 de Marzo
Queridísima Lotte:
Te escribo estas líneas con el corazón inflamado y los débiles miembros aún temblorosos, por no hablar de la entrepierna. Mi pobre alma, tantas veces sanada en el pasado por tu dulcísima compañía, confía en que no serás ajena a mis sentimientos, presiente desde lo más profundo que harás sinceramente tuya la infinita aflicción que la invade, y ruega de rodillas te apiades de ella en estos delicados momentos de postpaja.
Oh, ¡cuan ingratos sufrimientos impone una vida de abandono y despendole a nuestros torturados espíritus adolescentes, otrora virginales, libres ayer de toda sospecha de guarrez! ¡Cuan horrorosos temblores agitan nuestro interior al sentir que en nuestra superior existencia de místicas intelectuales tienen cabida (y cómo) enormes dildos brillantes y estriados de impúdica vehemencia penetradora!
Pero ya mi maltrecho ánimo se interpone en los firmes propósitos de exponerte mi vergonzosa situación, de mostrarte todo mi ignominioso pecado hasta el final, aunque eso carcoma mis vísceras horriblemente, desollándome viva desde dentro afuera, dejándome con todo lo rosita al aire y con los dientes en el trasero. Querrás saber, amiga mía, compañera eterna de dolorosos cotilleos en sofás de incómodos palacetes y de durísimas charlas bajo la luna en cenadores privados, cómo he llegado a sucumbir tan hasta las trancas en este infernal comercio de la carne, más propio de marineros musculosos de enormes atributos que de jóvenes educadas en los más elevados ideales.
No, ¡no y mil veces no! ¡Una inocencia pura como la tuya no merece una narración fiel que la haga cómplice de mi indignidad...! ¿mas qué podía yo hacer, Dios mío, si ese consolador, maldito por siempre, yacía en mi arcón con las pilas puestas? ¿Qué argumento oponer a su vibración lisonjera, a su ligerísimo zumbido, tan acorde con la marcha de Wagner que sonaba en mi gramófono digital? ¿Cómo no escuchar esa llamada, que en mi confusión se me representaba como la voz del amor, de la vida toda y de todo lo sagrado...? ¿Cómo huir, si parecíame que la mismísima patria germana me exigía la batalla y me prohibía vacilar? Porque fue una paja tan alemana, Lotte, tan, tan alemana...
¿Tú qué tal con Friedrich?


Bettina.