17.10.07

"Una mente arremolinada e inquieta es incapaz de concentrarse en un objeto. Desgasta sus extraordinarias energías aplicándolas a un torbellino de cosas al mismo tiempo y sin penetrar en ninguna de ellas. Únicamente aquellos que poseen una mente serena y fuerte son capaces de sentir y comprender todos los secretos del Universo. Y el simple hecho de comprenderlos brindará la llave para dominarlos".

Esto nos dice mi querida abuelita treintañera. Ay, a ver si dejo de arremolinarme. Voy a empezar a usarlo como frase hecha: "no empieces, ya te estás arremolinando otra vez". A veces yo creo que también se puede uno arremolinar haciéndolo justo al contrario: concentrándose de forma obsesiva en un solo objeto. Eso sería centrípeto en vez de centrífugo, desagüe en lugar de lavadora...

Creo que es cierta la última frase de la cita, aunque pueda sonar demasiado optimista. Cuando entiendes un problema sólo es responsabilidad tuya solucionarlo. You can do it, tío.

11.10.07

Un chiste de Eugenio que me contó ayer Ismael (www.fotolog.com/ismo) por el messenger y me hizo muchísima gracia (me contó otros verdes de Arguiñano que tampoco tienen desperdicio, pero son más de barra de bar a la cuarta cerveza que para escribirlos...):

Tres mil personas en un cortejo fúnebre. Uno de los últimos le dice al de al lado: "Oye, ¿y tú sabes quién es el muerto?" Y el otro contesta: "Pues creo que el de la caja, pero no me hagas mucho caso".

10.10.07

El espíritu de la escalera. Ayer pasé por esa tienda de zapatos tan mod y tan chula de la calle Espíritu Santo. Entré a mirar unas botas y me fijé en que un zapato que había visto el lunes estaba más de veinte euros más caro. Le pregunto al dependiente que muy amablemente me indica: "Tú te debes de referir a éstos", enseñándome un modelo i-dén-ti-co. Cuando le pregunto a qué viene la diferencia entre los dos me explica que el caro tiene puntera reforzada. Sabiendo que la cosa tiene miga pero sin capacidad de reacción, sólo acierto a decir: "Ehhh, no, jeje, no la necesito... Ya volveré otro día". La parida -obvia- me llega a la cabeza justo cuando es demasiado tarde, mientras atravieso el umbral hacia la calle y no hay manera de encajarla: "Ah, claro, para patear rockers; no, gracias, soy neutral". Me río sola por la calle y, aunque creo que al dependiente no le hubiera parecido nada ingenioso, yo hubiera querido soltarlo de todas formas, así, natural, como si nada. A estas cosas las llamo "el espíritu de la escalera" desde que me leí un tebeo de Sandman en que el prota adolescente usa esa expresión: cuando estás en casa de alguien mucho rato y te vas, al bajar la escalera hacia la calle siempre se te ocurre algo importante que no le has dicho y que en la próxima conversación quizá no tenga sentido. A mí me pasa casi siempre con gracietas.

El espíritu del autobús. Primera hora de la mañana y toda esa gente tan resignada, tan todos a una, tan... trabajadora, vamos. A veces me da por sentirme más enérgica que los demás, porque me dejo llevar por cualquier idea que me hace ilusión o porque llevo los cascos muy altos y muy guitarreros y me siento como en un vídeo musical en el que yo saliera en colorines y el resto de la gente en blanco y negro... Esta semana un ciego muy serio a unos cuantos metros me preocupa un poco: "él debe de oír mi música desde allí y quizá le molesta, porque a los ciegos se les agudiza mucho el oído". Y luego pienso que no, que si yo fuera ciega y estuviera en la calle querría escucharlo todo... Cuando no puedes ver nada, ¿sigue teniendo sentido apreciar el silencio? Y si yo fuera sorda, ¿no querría ver siempre colores chillones, escandalosos, que lucharan entre sí? ¿No apreciaría toda visión por horrenda que fuera? ¿No sería la vista para mí una fuente valiosa de información mucho antes que una búsqueda estética?

Y ahora lo veo claro: la estética es esa disciplina de lo que no hace ninguna falta ni tiene importancia alguna en la vida. Pero bueno, como la filosofía.


Y yo puedo disfrutar de todo.

7.10.07

Bueno, actualicemos. Como no he escrito nada en semanas, pondré otros tres trocitos del libro de Raymond Smullyan. Del mismo libro, porque ahora estoy leyendo otro de él, pero es de acertijos lógicos muy poco literarios, creo que "objetivamente" poco interesantes para la mayoría de la gente.


"En una universidad en la que yo daba clase estábamos pensando contratar a un candidato. Lo invitamos para una entrevista. Un rato después de la entrevista, el presidente le preguntó si le gustaba dar clases. Contestó: "Nunca lo he hecho, pero no creo que me guste". Unos días después, en una reunión de departamento, nos preguntábamos por qué habría contestado así el candidato. Uno de los miembros del departamento sugirió: "Probablemente mentir le guste aún menos que dar clase".


"Siempre me ha confundido el hecho de que tantas personas religiosas den por garantizado que Dios favorece a aquellos que creen en él. ¿No podría ser que el auténtico Dios fuera un Dios científico que tuviera poca paciencia con las creencias fundadas en la fe más que en la evidencia?


"Un filósofo tuvo una vez el siguiente sueño: En primer lugar aparece Aristóteles, y el filósofo le dice: "¿Podría hacerme un resumen concentrado de toda su filosofía en quince minutos?" Ante su sorpresa, Aristóteles le hace una brillante exposición en la que reúne una enorme cantidad de material en sólo quince minutos. Pero entonces el filósofo hace una objeción que Aristóteles no es capaz de contestar. Confundido, Aristóteles desaparece. Entonces aparece Platón. Vuelve a ocurrir lo mismo, y la objeción del filósofo a Platón es la misma que ha hecho a Aristóteles. Platón tampoco puede contestarla y desaparece. Van apareciendo uno a uno todos los filósofos famosos de la historia, y nuestro filósofo rebate a todos con la misma objeción. Cuando el último ha desaparecido, nuestro filósofo se dice a sí mismo: "Sé que estoy dormido y que estoy soñando todo esto. Sin embargo, he encontrado un argumento universal capaz de refutar todos los sistemas filosóficos. Mañana cuando me despierte probablemente lo habré olvidado, y el mundo se perderá algo importante". Haciendo grandes esfuerzos, se obligó a sí mismo a despertarse, apresurarse a su mesa y escribir su argumento universal. Entonces volvió a la cama y suspiró tranquilo. A la mañana siguiente, cuando se despertó, fue corriendo a la mesa para ver qué había escrito. Era "¡Eso lo dirás tú!".

4.9.07

A prueba de Tarantino

Pues acabo de ver Death Proof. Vamos a ver. Es como Thelma y Louise pero con cojones. Tupendo para las chicas que por algún extraño motivo esperábamos un desquite con Thelma y Louise y nos encontramos un mensaje claro de lo que yo llamaría feminismo sexista o directamente feminismo machista, a saber: "en este mundo insensible de hombres, en el que las mujeres, que sois todas tan especiales y maravillosas, no tenéis cabida, la única rebelión que os pega, princesas, es suicidaros".

Por lo demás, a Tarantino le saldrían películas mucho mejores si no estuviera tan obsesionado consigo mismo, porque cuando un autor se da más importancia a sí mismo que a la ficción que cuenta, lo que pasa es que si por ejemplo sale un carnoso culo en primerísimo plano (piernas y culos de "mujeres reales", que dirían los listos de Dove) yo no pienso en el culo, ni en la chica, ni en su poder, sino en Tarantino babeando detrás de la cámara: "vamos, nena, vamos, dame ese plano, seeee", y claro, eso me saca del tema.
Si te interesas más tú que tus personajes no harás buenas historias, te harás pajas.

En general lo que yo pienso que le pasa a Tarantino es que parece que confunde crear estilo con epatar. Creo que el estilo que verdaderamente marca es justo el que se consigue impremeditadamente, es decir, cuando, para poder decir exactamente lo que se quiere decir no hay más remedio que utilizar formas personales que luego la gente reconoce. Y lo que hace Tarantino es justo lo inverso, intentar demostrar a la gente que tiene un estilo, como si no confiara en que tiene algo personal que decir: repite técnicas o chistes, se regodea en guiños frikis y autoguiños complacientes, y juega con las formas muchas veces de forma gratuita (sin que eso aporte transgresión o impacto real sino sólo cierta sensación divertidilla de "aquí no pasa nada")... cosas que con el tiempo, profetizo, envejecerán fatal. Como todo lo postmoderno.

Y la autoparodia no es suficiente argumento: la autoparodia es el refugio de los cobardes. Haz tu película libremente, y no te preocupes tanto de cómo te vemos, hommmbre.

Más cosas negativas: toda la primera hora se me pasa muy lenta. No es porque haya menos acción, soy una espectadora paciente y el recurso de que la tensión se masque mucho rato antes de estallar me funciona en infinidad de películas. Lo que pasa es que para no aburrirme hace falta que los diálogos no sean tan predecibles ni los personajes tan parecidos entre sí. Que no, que aunque el ambiente de bar y carretera sea fascinante, no se puede meter sólo ambiente durante tanto rato, porque yo no veo que el ritmo se acelere, o que haya picos en los que se anticipe lo de después, para mí es media película esperando y la otra media disfrutando.

Pero vaya, que a eso voy: la segunda mitad me divierte mucho, y de esto no tengo nada que decir, hay que verlo. Sí os diré que sale una con ganas de hacer el camino hasta casa por mitad de la carretera en lugar de por la acera, y que si llevas bolso es difícil no balancearlo.

Y más aún. Que yo personalmente salí muy contenta de tener un buen culo gordo.

31.8.07

Cumpleaños Terrible

Del salón en el ángulo inhóspito
leyendo cómics chulísimos
Iván piensa, autobiográfico
que está en un momento crítico

Como es de lúcidas sátiras
y tránsfuga de lo efímero
quizá se siente hasta mísero
en algún instante súbito

Pero si es un tío magnífico
tan plácido y tan pacífico
un tío tan... ¡democrático!
Y ese cabello negrísimo...
¿no habrá que alabarlo en público?

Sus defectos son minúsculos
su estómago mastodóntico:
un espectáculo único
cuando ataca el frigorífico
¡más que un hombre, un heliogábalo!

Continuo experto lingüístico
de coñitas sabe un cúmulo
Típico amigo fantástico
fábrica de días míticos
en cálido conciliábulo

Pero he de parar la ráfaga
de Gloria Fuertes tan émula
y poner rúbrica trémula
sintiéndome algo ridícula...

¡pues qué sombra tan, tan pálida!


Hala, ahí lo llevas.

27.7.07

Y otro que la primera vez casi me desternilla (de un spray para despejar la nariz, no recuerdo el nombre pero juro que existe, lo vi en la tele varias veces): "Spray Tal: va de narices".

¡Era un tono serio! No lo decía un payaso ni nada, ¡salía escrito con toda sobriedad al final del anuncio! Me hizo tanta gracia que estuvo a punto de despejarme la nariz sin necesidad de comprar el producto, porque estaba bebiendo agua y casi lo echo todo por estas fosas que os hablan (jaja). La mayoría ya lo conocéis porque lo metí en el monólogo. El chiste de remate era una conclusión lógica muy facilona por mi parte, pero que había que aprovechar: menos mal que no anunciaban papel higiénico, porque hubiera sido "Papel Higiénico Tal: para el culo".

26.7.07

Un eslogan que me repatea (junto a la foto de una familia unánimamente sonriente apiñada en el sofá, de ésas que sólo ves en los anuncios): "Si no tienes el nuevo Trío de Telefónica no sabes lo que te estás perdiendo".

Desde un punto de vista lógico, se puede interpretar así: la única manera de saber lo que no tengo es... teniéndolo. Vaya por dios.

Si la interpretamos psicológicamente, yo diría que se puede traducir en algo así: "Sólo tengo dos opciones: o voy por la vida ignorante de las posibilidades que tengo, o bien contrato este producto". Es una idea bastante agresiva para mí, porque siempre he creído que para vivir libremente, para elegir lo que realmente queremos, necesitamos conocer cuantas más posibilidades mejor. Según mi forma de ver la vida, cuanto más conocimiento adquiero, más campo abro al ejercicio de mi libertad. Así que, si lo pienso un poco, me parece que el eslogan bien puede significar: "Una buena manera de conquistar tu libertad como consumidor es eligiendo la opción que nos conviene a nosotros".

Si no tienes intención de contratar el Trío, la frasecita sólo puede ser sonar a tocada de narices. Vamos, que "O contratas lo que te digo o te toco las narices", jajaja.


Un eslogan que me hace gracia (junto a la foto de un helado de Ben & Jerrys con enormes trozos de chocolate): "Un tropezón no lo tiene cualquiera".

10.7.07

Incensadas. "No adules a tu bienhechor", dijo Buda. Repítase esta frase en una iglesia cristiana: inmediatamente quedará el aire purificado de todo lo que hay en ella de cristiano.

Esto (otra vez Nietzsche) me ha llegado especialmente, porque llevaba unos días dándole vueltas a ese tema: adular a un bienhechor no es un regalo para el bienhechor. En el mejor de los casos no supone nada para él; en el peor, es una forma rápida de relativizar sus buenas acciones para con nosotros y, si es un amigo, incluso de despreciar nuestra amistad mutua. Analicemos: cuando alguien hace algo bueno por nosotros, ¿qué pretendemos al adularle? ¿"Compensar" sus buenos hechos sólo con palabras? Si intentamos esto, vamos mal, y, cuanto más nos esforcemos en las palabras, peor, porque en ningún esquema ético un "muchísimas-gracias-cuánto-aprecio-esto-de-verdad" puede compararse a una buena acción, por sencilla que sea.

De hecho, cuanto más adulamos, más valor le quitamos a aquello que se supone que estamos agradeciendo, porque estamos dando por supuesto que la otra persona no actúa espontáneamente. Si interpretáramos espontaneidad responderíamos de forma más simple, disfrutando lo que nos ha dado, compartiendo con él la alegría que nos ha dado. Si en lugar de eso nos deshacemos en elogios y agradecimientos verbales quizá es porque nosotros en su lugar no actuaríamos como él, o lo haríamos sólo a cambio de adulación.

Esta falsa compensación se emprende con tristeza, porque intentamos saldar una deuda, creemos estar en deuda, en falta, en pecado. Y experimentamos deuda porque en ese momento consideramos a la otra persona un juez en lugar de un amigo. O aún peor: nos sentimos en deuda porque no podemos separar nuestra idea de la otra persona de nuestra idea de lo que obtenemos de ella, es decir, consideramos al otro como un medio, y adulándole queremos librarnos del "problema" (porque entender la individualidad y la voluntad de otro es problemático, requiere un esfuerzo), queremos mantenerle en su papel de instrumento. Tú me has hecho un favor y ya te lo he agradecido, he obtenido algo y he "pagado" por ello. Si un bienhechor nos hace sentir así, es mejor tener la menor relación posible con él en el futuro, porque cada vez que le veamos reviviremos la desagradable sensación de deuda, máxime sabiendo (porque siempre se sabe) que nada hemos saldado al adularle.

5.7.07

Atravesar la pasarela. En el trato con personas que guardan con pudor sus sentimientos, hay que saber disimular: son capaces de odiar de pronto a quien sorprende en ellas un sentimiento delicado, entusiasta o sublime, como si hubiesen visto sus intimidades. Si tratamos de serles agradables en esos momentos, hay que hacerles reír o gastarles fríamente una broma maliciosa: entonces se helará su emoción y enseguida volverán a ser dueñas de sí mismas. Pero estoy diciendo la moraleja antes de contar la historia. Estábamos un día tan cerca el uno del otro que parecía que nada estorbaría nuestra amistad y nuestra fraternidad; sólo nos separaba aún el espacio de una pasarela. Cuando ibas a atravesarla, te pregunté: "¿Quieres reunirte conmigo por esta pasarela?" -pero tú ya no querías y no respondiste a mis súplicas reiteradas. Desde entonces se han interpuesto entre nosotros montañas e impetuosos torrentes, y todo lo que separa a un ser de otro y les hace extraños entre sí; ¡aunque quisiéramos reunirnos ya no podríamos! Pero cuando ahora piensas en aquella pasarela, te quedas sin palabras -y ya sólo te asombras y sollozas.

Contra el arrepentimiento. El pensador ve en sus propios actos tentativas e interrogantes encaminados a obtener aclaraciones sobre algo: el éxito y el fracaso son para él, antes que nada, respuestas. Eso de irritarse o incluso de arrepentirse de un fracaso es algo que deja a quienes no obran sino cuando se les manda y deben esperar que les apalee su gracioso amo si no le agrada el resultado.


Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia

3.7.07

A veces hago cosas no porque quiera hacerlas, sino porque una parte de mí me dice que hay que hacerlas. Por ejemplo, cuando cambio las sábanas sin notarlas sucias sólo porque han pasado los días que se supone que tienen que pasar desde la última vez. Normalmente esa parte de mí viene de algo que me han enseñado de pequeña. Son convenciones sociales, pero que aparecen en cuestiones como la de las sábanas, en las que el único juez soy yo y no la sociedad, ya que nadie va a reprenderme ni a sentirse mal por mis actos.

Vamos, que, además de ignorar el qué dirán, me he dado cuenta de que tengo que abolir el qué diré.

8.6.07

Lo que más me ha gustado hasta ahora de la Enciclopedia Universal Clismón, de Miguel Brieva (cómprenla) es la definición de GOZAR: sentir que la actividad que se realiza es un fin en sí mismo.

Y como eso a mí me pasa muy especialmente cuando escribo y cuando hablo con la gente (por eso lo de los monólogos, una de las pocas cosas que, como los blogs, unen esos dos gozos) pues sigo escribiendo otro poquito.

Creo que en la vida es tan sencillo como eso, aunque de un par de meses a esta parte me parezca lo más difícil del mundo: hacer la mayor parte del tiempo, o la parte más consciente del tiempo, algo que se sienta como un fin último. Eso me ha pasado también con la música o con las películas, pero no puedo engañarme. Contemplar cosas no es un fin en sí mismo. Ni siquiera un bosque o una puesta de sol son fines, no tengo esa capacidad religiosa, aunque escribir y hablar con gente sentados en un bosque sería especialmente chulo... por cierto que alguien había dicho picnic, ¿no?

Bueno, se acabó lo de escribir: ¿quién se apunta a un picnic el sábado que viene (el 16 de Junio)? Quedamos a última hora de la mañana, sí-sí-sí, podemos ir aquí: esto está (increíblemente, absurdamente) cerca de nuestra casa.

Así en vez de escribir y monologar puedo hablar de verdad, escuchando. Venid, que haré tortilla y a lo mejor ensalada de pimientos... Bueno, lo de los pimientos no es seguro, ¿eh? Que para mí cocinar durante horas está bien para luego hablar con la gente, no como fin en sí. Que todavía soy feminista, o algo así...

25.5.07

Cuando escribo poco leo mucho. Lo habéis adivinado: estoy leyendo mucho. De hecho, seguramente no estáis ahí: me he ganado a conciencia quedarme hablando sola, con esta frecuencia de entradas que me gasto...

Que estoy leyendo mucho. He devorado en poco tiempo Incesto de Anaïs Nin, Dios ama, el hombre mata (para el que no lo sepa: un tebeo mítico de la Patrulla X), un par de fanzines de cómics (el último Fanzine enfermo y el último Toronto, "el fanzine tonto"), Amor se escribe sin hache de Jardiel Poncela (inacabado por absoluta incomunicación con el autor, una pena porque tenía mucha curiosidad... Sabes que te quiero igual, Mario), Vuelo nocturno de Saint-Exupéry y Mimos, de Romain Gary, por recomendación de Laura (lo mismo: Laura, sabes que te quiero igual, pero también poca comunicación con este hombre, aunque aun así me lo leí rapidísimo y con interés...) La ristra de títulos es porque me apetece ver qué comentarios hacéis de ellos, si esos libros os gustan y por qué... Eso si es que alguien encuentra esta entrada antes del año que viene, claro. Igual el año que viene me interesa sólo el apareamiento del ornitorrinco. Bueno, no creo.

Ahora estoy con Crónicas de motel de Sam Shepard. Llevo muy poco pero me está encantando. Me he reído de mí misma a gusto porque al empezar la séptima crónica, que se abre con la frase "Se lavó la camisa roja en el lavabo", he presupuesto automáticamente que el personaje es una mujer, sin planteármelo, y una página después, al leer la frase "A un paso de su camión", he llegado a la conclusión -tan automática y segura como la anterior- de que había estado equivocada: el personaje es un hombre.

Lo interesante para mí es ver que mi miedo a los tópicos es directamente proporcional a mi creencia más o menos inconsciente en ellos. Los odio porque sé que en el fondo me afectan mucho. Creo que los demás generalizan y cuadriculan y me malinterpretan, pero lo creo porque soy yo la que tiende a construir mi imagen del mundo así, a escuadrazos y cartabonazos.

Esto de los cartabonazos me recuerda a una vez cuando trabajaba de teleoperadora: una respetable ciudadana de etnia gitana (¿eh, me acojonan los tópicos o no?) me aseguró que tenía un móvil modelo Cartabón. Era un Motorola Talkabout, aún no sé cómo lo adiviné. Alguno dudará de esa conclusión, pero yo sé que acerté porque ella me confirmaba a voz en grito: "eso, eso, lo que yo digo: un Cartabón".
Lo interesante ahora es: ¿por qué he destacado que era gitana? Eso también lo he hecho automáticamente. Y sin embargo ese tipo de cosas las oía todos los días de gente de todos los colores y de todas las zonas del país. Bueno, quiero decir de todos los países ibérico-peninsulares, que no se enfade nadie.


En fin. Me he quedado en la frase del camión de Crónicas de motel, así que aún no sé si es un hombre o una mujer.

10.3.07

Los sufrimientos de la joven Werther
o cómo acabar de una vez por todas con las románticas alemanas

10 de Marzo
Queridísima Lotte:
Te escribo estas líneas con el corazón inflamado y los débiles miembros aún temblorosos, por no hablar de la entrepierna. Mi pobre alma, tantas veces sanada en el pasado por tu dulcísima compañía, confía en que no serás ajena a mis sentimientos, presiente desde lo más profundo que harás sinceramente tuya la infinita aflicción que la invade, y ruega de rodillas te apiades de ella en estos delicados momentos de postpaja.
Oh, ¡cuan ingratos sufrimientos impone una vida de abandono y despendole a nuestros torturados espíritus adolescentes, otrora virginales, libres ayer de toda sospecha de guarrez! ¡Cuan horrorosos temblores agitan nuestro interior al sentir que en nuestra superior existencia de místicas intelectuales tienen cabida (y cómo) enormes dildos brillantes y estriados de impúdica vehemencia penetradora!
Pero ya mi maltrecho ánimo se interpone en los firmes propósitos de exponerte mi vergonzosa situación, de mostrarte todo mi ignominioso pecado hasta el final, aunque eso carcoma mis vísceras horriblemente, desollándome viva desde dentro afuera, dejándome con todo lo rosita al aire y con los dientes en el trasero. Querrás saber, amiga mía, compañera eterna de dolorosos cotilleos en sofás de incómodos palacetes y de durísimas charlas bajo la luna en cenadores privados, cómo he llegado a sucumbir tan hasta las trancas en este infernal comercio de la carne, más propio de marineros musculosos de enormes atributos que de jóvenes educadas en los más elevados ideales.
No, ¡no y mil veces no! ¡Una inocencia pura como la tuya no merece una narración fiel que la haga cómplice de mi indignidad...! ¿mas qué podía yo hacer, Dios mío, si ese consolador, maldito por siempre, yacía en mi arcón con las pilas puestas? ¿Qué argumento oponer a su vibración lisonjera, a su ligerísimo zumbido, tan acorde con la marcha de Wagner que sonaba en mi gramófono digital? ¿Cómo no escuchar esa llamada, que en mi confusión se me representaba como la voz del amor, de la vida toda y de todo lo sagrado...? ¿Cómo huir, si parecíame que la mismísima patria germana me exigía la batalla y me prohibía vacilar? Porque fue una paja tan alemana, Lotte, tan, tan alemana...
¿Tú qué tal con Friedrich?


Bettina.

1.2.07

24.1.07

Me dediqué a la magia con más intensidad cuando era estudiante en la Universidad de Chicago. No fui nunca un mago de escenarios; entretenía a pequeños grupos en fiestas privadas y más a menudo en las mesas de distintos clubes nocturnos (...) En una mesa en la que actuaba estaba el hombre más escéptico que he conocido en mi vida. Estaba allí sentado, fumando en pipa, y nada de lo que pudiera hacer llamaba su atención. Fui haciendo mis trucos cada vez más sorprendentes, pero en vano. Después de veinticinco minutos de esfuerzo creciente, al final hice mi mejor jugada, ante la cual, se sacó la pipa de la boca, pegó un puñetazo en la mesa, y dijo airadamente: “¡Eso es un truco!”

***

También se cuenta la historia sobre Epiménides, que se interesó en la filosofía oriental e hizo una gran peregrinación para reunirse con Buda. Cuando finalmente lo encontró, Epiménides dijo: “He venido para hacer una pregunta. ¿Cuál es la mejor pregunta que se puede hacer, y cuál es la mejor respuesta que se puede dar?”
Buda contestó: “La mejor pregunta que se puede hacer es la pregunta que acabas de hacer, y la mejor respuesta que se puede dar es la respuesta que te estoy dando”.

Raymond Smullyan, 5000 años A.C. y otras fantasías filosóficas

2.1.07

No puedo dormir y tengo que levantarme para ir a trabajar en menos de cuatro horas. Lo más divertido de todo -y ahora mismo tengo en la cabeza muchas cosas divertidas- es que no puedo evitar pensar que este principio sobre el insomnio es literariamente interesante.

Hace media hora, antes de intentar dormir, estaba leyendo La conquista de la felicidad, de nuevo Bertrand Russell, y ahí ha empezado todo. Me sucede con muy pocos textos, pero cuando pasa es intensísimo, como con la última entrada sobre Henry Miller y sobre el relato de Borges (sobre Borges estoy decidiendo que sólo en algunos momentos me parece genial, pero igualmente vale la pena). Me refiero a la sensación continuada durante toda la lectura de que todo está relacionado con todo, de que estoy hablando con el autor, en vez de sólo contemplar ciertos restos de él, y de que la escritura y la vida pueden ser lo mismo. Sí, me repito, pero eso no hace más que darme la razón.

Dice tantas cosas que me despiertan y me ayudan que transcribiría páginas enteras... pero de nuevo me estoy escudando en la autoridad de otro en vez de arriesgarme a arrancar, porque no era esto de lo que iba yo a hablaros. [Sí os diré que he pensado que los libros de autoayuda no existen, "autoayuda" y "manual" me parecen palabras incompatibles. Esto es un libro de ayuda, a secas: el que ayuda es él, el autor, y cómo se lo agradezco. Un libro de consejos para la vida es lo más loable que se puede concebir, y los que recelan de la idea general de este tipo de ayuda no son necesariamente los que tienen esperanza de construir su felicidad sin manuales, sino más bien los que prefieren creer que la felicidad no existe o que si existe no se puede hacer nada racional por lograrla.]

La idea era hablaros de mis propósitos de Año Nuevo, aunque preferiría que el asunto fuera menos ritual que eso y llamarlo decisiones de Año Nuevo. Sencillas decisiones que parecen tomadas desde siempre y que por algún oscuro motivo no he llevado a la práctica antes (los caminos del vicio son inexcrutables). Más que explicaros cuáles son esos propósitos -me aterra entrar en detalle porque tengo comprobado que me es más difícil hacer las cosas una vez que las he reconocido públicamente como metas (el vicio, el vicio)- quería compartir con vosotros que no puedo dormir porque tengo demasiadas cosas buenas por hacer en mente. Es la mejor opción de insomnio que hay.

También ocurre que me he tomado un café a las seis de la tarde, y si soy tan blanda como para desvelarme así no por eso voy a arrepentirme de haberlo pedido (el grado de horror y complicación de mis perífrasis verbales es directamente proporcional al tiempo que llevo conteniendo las ganas de escribir...) Repetimos: no me arrepiento, porque ese "café del Virrey" que he pedido en el café Ruiz llevaba nata, canela, chocolate y un barquillo, y me ha sabido a felicidad. Y es que soy feliz a pesar de que mañana (ahora son tres horas las que faltan) me levanto para ir a trabajar después de unas vacaciones de diez días tirando a poco aprovechados por culpa de la ansiedad de hacer, por culpa
de no desear, del miedo a no hacer, de desear estar nerviosa para así actuar, y de más vicios asociados como rascarme la piel o tocarme el pelo. Al final, el nombre de todo eso es aburrimiento. Dice Bertrand Russell que "nos aburrimos menos que nuestros antepasados, pero tenemos más miedo de aburrirnos". Una persona que vive con miedo a aburrirse -y creo que es un mal muy extendido en mi vida- nunca se divierte del todo, sólo experimenta algo parecido a la diversión cuando se intoxica (en terminología de Russell) con actividades de huida, de distracción.

Quería hablaros también del retorno de Saturno (cuando la astrología dice lo mismo que la psicología o la filosofía a ver por qué no emplear su lenguaje, que es más original), que se produce aproximadamente a los 27 años, pero me doy cuenta de que no tengo datos suficientes, C. me lo tiene que explicar mejor. Podemos ir al mismo café que la otra vez, que es el mismo en el que he estado hoy con A. Uff.

Sí os contaré un propósito que no tengo miedo de incumplir: me voy a matricular en un taller de escritura y me hace tanta ilusión que eso tiene que significar algo.