22.2.06

Cioraniana (II)

Parte segunda y espero que última... En ciertas cosas aún relaciono estos textos conmigo, pero llevan escritos cerca de tres años, como los de la parte “(I)”. Lo que más cambiaría hoy sería el tono: seguía triste, triste...


Cuando me miras así haría una locura
¿Cómo reconocer a un ser humano mentalmente enfermo? ¿Cómo distinguir a un loco entre la multitud? ¿No habéis sentido nunca la tentación de volveros locos? En un prólogo (escrito por Narciso Ibáñez Serrador) de una selección de relatos de Poe encontré una idea interesante que es todo un tópico: nada da más miedo que el propio miedo. Intuir que algo puede asustarme es la forma más segura de acabar asustado. Otra afirmación parecida, creo que aún más cierta, es que nada sale bien cuando se emprende teniendo muy presente que puede salir mal; de eso creo que hablaba Olivares en aquella página que colgué: si coges la bandeja con demasiado cuidado de que no se caiga se caerá. [Añadido de hoy: qué estúpido cuando de pequeño te dicen, como me ha recordado M. estos días, "no tengas miedo del perro, los perros huelen el miedo"]

Con la locura -la locura en la que no se conoce una “causa física directa” (y entrecomillo porque todo es físico, ¿no?)- imagino que sucede algo parecido. Primero uno empieza aceptando la posibilidad de volverse loco; después comienza a preguntarse si no lo estará ya en cierta forma, y en fin acaba, ya seguro de su problema mental -una losa que él mismo se impone y que por eso mismo vive como radicalmente externa, como un destino inexorable-, hablando con un coro de yoes y obsesionándose de modo enfermizo con sus contradicciones, miedos y dudas.

Otra comparación: la locura y la drogodependencia. Un yonqui llega a serlo porque más o menos conscientemente quiere sustituir algo que le duele o que le falta por otro problema mayor que anule el resto de preocupaciones; cuando uno se preocupa demasiado puede llegar a ansiar un estado en que sólo le sea exigible sobrevivir. Pero ni la locura lúcida ni la droga pueden sustituir la ilusión y las emociones positivas, que se hacen así cada vez más inalcanzables. Y yo declaro que no quiero estar loca. No es una forma ética ni razonable de llamar la atención. No es una forma respetable de vivir.

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Diario con pretensiones
Miro maravillada por la ventana desde mi cuarto (mi espacio conquistado, mi pequeño reino). Veo la noche, que ha llegado lógicamente, a la hora oportuna, en el momento correcto y previsible del ciclo eterno y conocido... y sin embargo no soy capaz de situarla, de entenderla. La materia -los rayos borrosos y titilantes de las farolas, más numerosos y móviles hacia el horizonte donde ya no son sólo farolas sino también focos y coches y adornos de fachadas y más luces, el viento ondeando mi vestido, mis pies tanteando y clavándose en el marco inferior del balconcito, la calle sinuosa perdiéndose al fondo entre casas- me parece lo único existente y a la vez lo más irreal, lo más lírico del mundo. Me acerco a la vida desde las categorías racionales y cometo el temerario narcisismo de creer que soy yo el elemento irracional que lo desestabiliza todo. Fantaseo: "no está loco el mundo sino yo, consigo desordenar el sistema establecido, no hay fórmula para mí, yo soy lo Incomprensible". Y esa sensación es mi opio porque no quiero perderme en la realidad sino alejarme en una contemplación cada vez más velada y codificada... Me niego a desaprender, a fluir con las cosas, y no es cobardía, como creo a veces, sino siempre orgullo (demasiado única, demasiado Yo para integrarme, para rebajarme al mundo).

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Autoayuda
"Lo que no te destruye te hace más fuerte". Qué verdad tan indudable... Si fuéramos capaces de vivir los sufrimientos como aprendizajes mientras los experimentamos... Pero sólo después de sufrir con verdadera intensidad (lo que sucede justo cuando nos es imposible salir del presente y situarnos en el futuro) se aprende la lección correspondiente. La cabeza nos es útil sólo con el dolor ya superado, cuando el corazón ha recuperado el ritmo de la salud.

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¿Personajes?
Siempre seré yo. Todos los personajes son el autor, pero temo que en mi caso además sea evidente. Salir de mí misma... Si no es posible del todo, al menos hacerlo como en la imaginación, como en los sueños. El resultado no tendría que ser verosímil para ser interesante, pero me es muy difícil sentirme con derecho a crear. Sólo puedo argumentar, porque ahí veo más claramente que lo que hago es dar vueltas y masticar lo que ya existe. ¿Qué idiota se inventó el concepto de crear, de fabricar de la nada...? Lo único válido sobre la creatividad es lo que dijo algún filósofo cristiano: sólo Dios es capaz de Crear. Es decir: crear es imposible, una idea vacía, una palabra inútil.

9.2.06

Razonablemente

¿Que si soy feliz? Que si soy feliz... Tiene que haber una solución, tiene que haber un criterio mejor que otro para contestar a eso. Vamos a ver... ¿no soy secretaria? Habrá que hacer una especie de balance semanal. Películas, paseos, esperas, conversaciones, fotocopias, cenas... Resto eso, no tengo en cuenta eso otro, multiplico aquello por dos, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis, me llevo una... Sí. La respuesta es ¿sí?

Frase: Sólo hay una forma de ser feliz y es irracional.

Momento: Mucho sol, todo el cielo azul. Tengo tiempo, he quedado para comer. Quedar, comer: recreo, ocio, fiesta... tiempo. Busco el instante deliberadamente y aún así lo consigo: levanto la mirada y todo es perfecto y simple. La silueta de los edificios se recorta altísima contra el cielo: fotografiado, uniforme, iluminado hasta el infinito. Todo es infancia, pero no nostalgia: presente eterno e infantil. Soy una niña y la marea de gente pasando atareada a medio metro en todas direcciones me aísla aún más porque ellos no viven mi momento sino sólo en él, para mí. Soy el centro del universo. Estoy aquí. Estoy tan, tan aquí... Tengo que escribirlo, pero no ha pasado nada...

Monólogo interior (del protagonista de Johnny cogió su fusil. Está en la cama de un hospital desconocido, sin brazos ni piernas, sin ojos ni oídos, sin forma de comunicarse ni de actuar. Tras meses de monotonía, una ventana repentinamente abierta le permite sentir el calor del sol): ¡Es el sol! ¡El sol, he encontrado el sol! ¡¡Gracias, Dios mío!! Aunque nunca tenga nada más, siempre tendré a Dios y la luz del sol.