17.10.07

"Una mente arremolinada e inquieta es incapaz de concentrarse en un objeto. Desgasta sus extraordinarias energías aplicándolas a un torbellino de cosas al mismo tiempo y sin penetrar en ninguna de ellas. Únicamente aquellos que poseen una mente serena y fuerte son capaces de sentir y comprender todos los secretos del Universo. Y el simple hecho de comprenderlos brindará la llave para dominarlos".

Esto nos dice mi querida abuelita treintañera. Ay, a ver si dejo de arremolinarme. Voy a empezar a usarlo como frase hecha: "no empieces, ya te estás arremolinando otra vez". A veces yo creo que también se puede uno arremolinar haciéndolo justo al contrario: concentrándose de forma obsesiva en un solo objeto. Eso sería centrípeto en vez de centrífugo, desagüe en lugar de lavadora...

Creo que es cierta la última frase de la cita, aunque pueda sonar demasiado optimista. Cuando entiendes un problema sólo es responsabilidad tuya solucionarlo. You can do it, tío.

11.10.07

Un chiste de Eugenio que me contó ayer Ismael (www.fotolog.com/ismo) por el messenger y me hizo muchísima gracia (me contó otros verdes de Arguiñano que tampoco tienen desperdicio, pero son más de barra de bar a la cuarta cerveza que para escribirlos...):

Tres mil personas en un cortejo fúnebre. Uno de los últimos le dice al de al lado: "Oye, ¿y tú sabes quién es el muerto?" Y el otro contesta: "Pues creo que el de la caja, pero no me hagas mucho caso".

10.10.07

El espíritu de la escalera. Ayer pasé por esa tienda de zapatos tan mod y tan chula de la calle Espíritu Santo. Entré a mirar unas botas y me fijé en que un zapato que había visto el lunes estaba más de veinte euros más caro. Le pregunto al dependiente que muy amablemente me indica: "Tú te debes de referir a éstos", enseñándome un modelo i-dén-ti-co. Cuando le pregunto a qué viene la diferencia entre los dos me explica que el caro tiene puntera reforzada. Sabiendo que la cosa tiene miga pero sin capacidad de reacción, sólo acierto a decir: "Ehhh, no, jeje, no la necesito... Ya volveré otro día". La parida -obvia- me llega a la cabeza justo cuando es demasiado tarde, mientras atravieso el umbral hacia la calle y no hay manera de encajarla: "Ah, claro, para patear rockers; no, gracias, soy neutral". Me río sola por la calle y, aunque creo que al dependiente no le hubiera parecido nada ingenioso, yo hubiera querido soltarlo de todas formas, así, natural, como si nada. A estas cosas las llamo "el espíritu de la escalera" desde que me leí un tebeo de Sandman en que el prota adolescente usa esa expresión: cuando estás en casa de alguien mucho rato y te vas, al bajar la escalera hacia la calle siempre se te ocurre algo importante que no le has dicho y que en la próxima conversación quizá no tenga sentido. A mí me pasa casi siempre con gracietas.

El espíritu del autobús. Primera hora de la mañana y toda esa gente tan resignada, tan todos a una, tan... trabajadora, vamos. A veces me da por sentirme más enérgica que los demás, porque me dejo llevar por cualquier idea que me hace ilusión o porque llevo los cascos muy altos y muy guitarreros y me siento como en un vídeo musical en el que yo saliera en colorines y el resto de la gente en blanco y negro... Esta semana un ciego muy serio a unos cuantos metros me preocupa un poco: "él debe de oír mi música desde allí y quizá le molesta, porque a los ciegos se les agudiza mucho el oído". Y luego pienso que no, que si yo fuera ciega y estuviera en la calle querría escucharlo todo... Cuando no puedes ver nada, ¿sigue teniendo sentido apreciar el silencio? Y si yo fuera sorda, ¿no querría ver siempre colores chillones, escandalosos, que lucharan entre sí? ¿No apreciaría toda visión por horrenda que fuera? ¿No sería la vista para mí una fuente valiosa de información mucho antes que una búsqueda estética?

Y ahora lo veo claro: la estética es esa disciplina de lo que no hace ninguna falta ni tiene importancia alguna en la vida. Pero bueno, como la filosofía.


Y yo puedo disfrutar de todo.

7.10.07

Bueno, actualicemos. Como no he escrito nada en semanas, pondré otros tres trocitos del libro de Raymond Smullyan. Del mismo libro, porque ahora estoy leyendo otro de él, pero es de acertijos lógicos muy poco literarios, creo que "objetivamente" poco interesantes para la mayoría de la gente.


"En una universidad en la que yo daba clase estábamos pensando contratar a un candidato. Lo invitamos para una entrevista. Un rato después de la entrevista, el presidente le preguntó si le gustaba dar clases. Contestó: "Nunca lo he hecho, pero no creo que me guste". Unos días después, en una reunión de departamento, nos preguntábamos por qué habría contestado así el candidato. Uno de los miembros del departamento sugirió: "Probablemente mentir le guste aún menos que dar clase".


"Siempre me ha confundido el hecho de que tantas personas religiosas den por garantizado que Dios favorece a aquellos que creen en él. ¿No podría ser que el auténtico Dios fuera un Dios científico que tuviera poca paciencia con las creencias fundadas en la fe más que en la evidencia?


"Un filósofo tuvo una vez el siguiente sueño: En primer lugar aparece Aristóteles, y el filósofo le dice: "¿Podría hacerme un resumen concentrado de toda su filosofía en quince minutos?" Ante su sorpresa, Aristóteles le hace una brillante exposición en la que reúne una enorme cantidad de material en sólo quince minutos. Pero entonces el filósofo hace una objeción que Aristóteles no es capaz de contestar. Confundido, Aristóteles desaparece. Entonces aparece Platón. Vuelve a ocurrir lo mismo, y la objeción del filósofo a Platón es la misma que ha hecho a Aristóteles. Platón tampoco puede contestarla y desaparece. Van apareciendo uno a uno todos los filósofos famosos de la historia, y nuestro filósofo rebate a todos con la misma objeción. Cuando el último ha desaparecido, nuestro filósofo se dice a sí mismo: "Sé que estoy dormido y que estoy soñando todo esto. Sin embargo, he encontrado un argumento universal capaz de refutar todos los sistemas filosóficos. Mañana cuando me despierte probablemente lo habré olvidado, y el mundo se perderá algo importante". Haciendo grandes esfuerzos, se obligó a sí mismo a despertarse, apresurarse a su mesa y escribir su argumento universal. Entonces volvió a la cama y suspiró tranquilo. A la mañana siguiente, cuando se despertó, fue corriendo a la mesa para ver qué había escrito. Era "¡Eso lo dirás tú!".